lunes, 24 de enero de 2022

Matemáticas, Internet y democracia: el algoritmo PageRank de Google

 

Corría el año 1995 e Internet no era ni la sombra de lo que es ahora. El navegador estrella de la época era Netscape y entre los buscadores más populares figuraban WebCrawler, Excite o Lycos, a los que acababan de sumarse Altavista y Yahoo. Fue entonces cuando Larry Page conoció a Sergey Brin durante una visita al campus de Stanford. Page decidió quedarse allí a hacer el doctorado y dedicar su tesis a las propiedades matemáticas de la world wide web, en concreto, a los enlaces que vinculaban todas las páginas de aquella gigantesca biblioteca virtual, que él entendía como un gran gráfico. Aquel empeño lo llevó a inspirarse en el sistema de citas de los artículos académicos para desarrollar un buscador, BackRub, un proyecto al que pronto se unió Brin. El trabajo de ambos cristalizó en 1998 en la publicación de uno de los artículos más importantes de la historia reciente, al menos desde el punto de vista económico: «The PageRank Citation Ranking: Bringing Order to the Web».

 

El algoritmo PageRank de Page y Brin cambió la forma de buscar en Internet y también animó a sus creadores a cambiarle el nombre a su motor de búsqueda BackRub —que no es otra cosa que un masaje de espalda—, por otro mucho más simbólico y atractivo: Google. Esta denominación que rinde homenaje al número gúgol, 10100, da una idea de la ingente cantidad de información que circula por la web… aunque hay quien dice que su forma final no se debe más que a un error tipográfico al registrar su dominio.

 

El primer doodle de la historia, el del 30 de agosto de 1998, fue en realidad un aviso de Page y Brin a los usuarios de que no iban a estar en la oficina porque se habían ido al festival Burning Man. Fuente

Pero, ¿qué tenía de especial el algoritmo PageRank? Hasta entonces, los buscadores se basaban en encontrar palabras clave en las páginas web y en mostrar primero las que más veces contenían esas palabras. La brillante idea de Page fue considerar Internet como un universo de páginas vinculadas en el que el número y el origen de vínculos es lo que determina la importancia de cada una. Si una página recibe muchos enlaces de páginas importantes quiere decir que es muy útil y, por lo tanto, debe aparecer primero en la búsqueda. De hecho, ese principio sigue figurando en la filosofía de la empresa:

Extracto del decálogo «Diez cosas que sabemos que son ciertas» de Google. Fuente
 

¿Y cómo se traduce este concepto a términos matemáticos? Como explican Eduardo Saénz de Cabezón en este genial vídeo o Juanjo Bravo en esta entrada, Internet se puede representar como un grafo en el que cada página es un nodo y los enlaces son las aristas. Cuando una página tiene un enlace hacia otra, le «cede» parte de su importancia. Así, si partimos de una importancia igual a 1, una página A que incluya enlaces a B y a C, les otorgará ½ a cada una. La relevancia final de una página será igual a la suma de todas las cesiones que reciba. Y para obtener el resultado, podemos expresar estos datos en forma de sistema de ecuaciones lineales.

 

Red de reparto de importancia entre cuatro páginas web y el sistema de ecuaciones lineales derivado de él

De ese modo, gracias al algoritmo PageRank, Google acabó convirtiéndose en sinónimo de Internet, con una idea sencilla y genial que nació con un fin muy loable: Page y Brin decían en aquel artículo de 1998 que este sistema era prácticamente inmune a la manipulación por intereses comerciales, ya que para alterar los resultados y colocar una página poco útil en los primeros puestos, habría que comprar enlaces, algo que no iba a suceder. Pero sucedió, y la venta de enlaces se convirtió en un negocio muy lucrativo para el posicionamiento de páginas web. Además, la complejidad de Internet se multiplicó, Google fue añadiendo cada vez más capas a sus algoritmos de búsqueda y en 2013 dejó de publicar actualizaciones de PageRank. En 2016, incluso lo retiró de su barra de herramientas públicas y ahora solo lo usa con carácter interno, junto con otras técnicas como el análisis de los términos de búsqueda o la personalización de las búsquedas.

 

Estas técnicas de inteligencia artificial no están exentas de polémica. Por ejemplo, por los sesgos de género o raciales que muchas veces reproducen y amplifican. O porque la personalización de las búsquedas puede acabar creando una burbuja en la que el usuario solo ve aquello que coincide con sus intereses, algo que genera fenómenos como el espejismo de la mayoría y que se puede usar para polarizar, desinformar o, incluso, intentar manipular elecciones políticas, como sucedió con el escándalo de Cambridge Analytica. Así que, ya sabéis, tanto si buscáis una idea milmillonaria para crear una de las empresas más poderosas del mundo, como si lo que queréis es hacer un mundo mejor, más justo, sin sesgos ni discriminaciones o simplemente aspiráis a tomar decisiones libremente, sin que nadie os manipule, estudiad matemáticas.


domingo, 23 de enero de 2022

¿De dónde sale la energía que consumimos? El mix energético español

 

Los combustibles fósiles —carbones, productos petrolíferos y gases— constituyen casi el 70 % de la energía final que se consume en España. La buena noticia es que ese porcentaje se ha reducido ligeramente en las últimas décadas, pasando del 74,2 % en 1990 al 69,2 % en 2019. Este retroceso se debe fundamentalmente a la mayor presencia de la energía eléctrica y a un pequeño aumento de las fuentes de energía renovables de uso térmico (solar térmica, geotermia, biomasa, biogás, biocarburantes, carbón vegetal y residuos sólidos urbanos renovables). En cuanto a los combustibles fósiles, cabe reseñar que el peso del gas casi se ha duplicado desde 1990, cuando suponía un 7,4 % del consumo total, hasta alcanzar un 16,5 % en 2019, en detrimento de los productos petrolíferos (59,7 % frente a 51,5 %) y del carbón (7,1 % frente a 1,2 %).

 

Gráfico de elaboración propia a partir de los datos del IDEA. Fuente

Hasta aquí estamos hablando de energía final, es decir, de la forma en la que el consumidor final utiliza la energía, por ejemplo, el combustible que echamos al depósito del coche —o de un avión—, el carbón que alimenta una estufa —o un gran horno industrial— o la electricidad con la que encendemos una lámpara —o la maquinaria de una fábrica—. En los dos primeros casos, el origen está claro, pero ¿y en el tercero? ¿Cómo se genera esa electricidad en España?


Estructura de la generación por tecnologías en España. 2017-2021. Fuente: REE


Durante los cinco últimos años, hay varias tecnologías que han tenido un peso significativo en la generación eléctrica. Podemos empezar por el carbón, que ha pasado de tener un peso del 17 % en el mix eléctrico en 2017 a apenas un 2 % en 2021 debido al cierre de la minería y de las centrales térmicas asociadas por su alta capacidad contaminante. La desaparición de esta fuente de energía que tuvo una gran importancia social en España bien puede ejemplificar las múltiples facetas que tienen que ver con lo energético, más allá de lo tecnológico.

En el siguiente apartado podemos agrupar las centrales de ciclo combinado (termoeléctricas en las que hay dos ciclos termodinámicos, lo que aumenta la eficacia del proceso) y las de cogeneración (centrales térmicas en las que además de generar electricidad, se aprovecha la energía térmica para otras operaciones). En ambos casos el material combustible suele ser un gas. Su presencia en el mix energético se ha mantenido bastante estable en este último lustro, desde el 25 % de 2017 al 27 % actual.

 Por lo que respecta a las energías renovables, se percibe un claro aumento en este periodo. La eólica, que es de hecho la fuente con más importancia en el mix energético, supuso en 2021 un 23 % del total frente al 18 % del 2017. La hidráulica ha pasado del 7 % al 11 % y la fotovoltaica, del 3 % al 8 %. En el siguiente gráfico podemos esta tendencia al alza de la generación procedente de fuentes renovables en comparación con la de no renovables.

 

Evolución de la generación renovable y no renovable (%). La energía renovable incluye hidráulica, hidroeólica, eólica, solar fotovoltaica, solar térmica, otras renovables y residuos renovables. Fuente: REE


La última fuente de energía importante del mix energético es la nuclear, cuya aportación también se ha mantenido estable en torno al 20 % en estos cinco años, gracias a una potencia instalada de 7117 MW. España cuenta a día de hoy con cinco centrales en explotación —Almaraz y Ascó (con dos reactores cada una de ellas), Cofrentes, Trillo y Vandellós—, a las que hay que sumar la de Santa María de Garoña, en cese de explotación. La energía nuclear no se enmarca en la categoría de energía renovable por utilizar un recurso mineral como el uranio, pero no produce emisiones de carbono durante la generación de electricidad. Por ese motivo, aunque las renovables siguen estando por detrás de las no renovables en España, el porcentaje de electricidad generado sin emisiones supera al generado con emisiones. Por ejemplo, el 22 de enero, la distribución fue de un 60 % frente al 40 %, según datos de REE.

En resumen, vamos avanzamos hacia una generación eléctrica cada vez más renovable, pero todavía queda camino por recorrer. Además, conviene no olvidar que la electricidad es apenas una cuarta parte de la energía total que consumimos.

miércoles, 19 de enero de 2022

Yo contagio, tú contagias, ella se vacuna… El R0 y la gripe A

 

La historia de la humanidad es también la de sus enfermedades y epidemias. Si cuando nos comimos las uvas en 2019 alguien nos hubiera dicho que en unos meses íbamos a tener que confinarnos en casa y parar el mundo, no nos lo habríamos creído; quizás porque habíamos olvidado que eso ya había pasado. Y, sin embargo, habíamos tenido un pequeño recordatorio pocos años antes: la pandemia de gripe A (H1N1).

Como relata este resumen de la evolución de la pandemia elaborado por la OMS, el 24 de abril de 2009 se confirmaron en México y los Estados Unidos los primeros casos de gripe provocados por un nuevo virus de influenza A (H1N1) de origen porcino. En pocas semanas, se extendió por todo el mundo y el 11 de junio, con 30 000 casos confirmados en 74 países, la OMS elevó el nivel de alerta a la categoría de pandemia, indicando que se preveía que su gravedad fuera moderada. A esta primera ola pandémica que llegó hasta agosto, le siguió una segunda más intensa coincidiendo con el otoño en el hemisferio norte. La pandemia se dio por terminada el 10 de agosto de 2010, con un total de muertes confirmadas de 18 449, aunque las estimaciones posteriores han elevado esa cifra hasta las 284 000, con un alto porcentaje de fallecimientos (alrededor del 80 %) entre menores de 65 años, a diferencia de lo que sucede con las gripe estacional.

Fuente

Seguro que después de lo que hemos vivido y todo lo que hemos oído hablar de él, alguien se estará preguntando cuál es el R0 de la gripe A (H1N1): se calcula que de entre 1,2 y 1,7. Pero no olvidemos que este número de reproducción, que equivaldría al número de personas a las que pueda contagiar una persona contagiada, no es fijo, depende de la situación y varía con el tiempo. ¿Por qué? Porque no solo depende de la virulencia del patógeno, sino también de las características de sus potenciales «víctimas».

Según el modelo epidemiológico SIR, durante un brote epidémico la población total se divide entre la población susceptible de infectarse (S), la infectada (I) y la recuperada o fallecida (R). Imaginemos que surge un patógeno nuevo en una región: la población susceptible será el total de la población de esa región ya que no existe inmunidad previa. La población infectada aumentará a medida que se extienda el contagio y lo hará tanto más rápido, cuanto más alto sea el R0 de la enfermedad, hasta que no quede suficiente población susceptible —por haberse recuperado de la enfermedad o por haber fallecido— como para mantener ese ritmo de contagio. Conociendo este comportamiento matemático, podemos tomar medidas para contener la epidemia, como el distanciamiento social que ya conocemos o la vacunación: las dos son estrategias para reducir la población susceptible y dificultarle la tarea al patógeno.

¿Qué pasa si mezclas Twitter, inmigración y una pandemia?

 

Las redes sociales pueden servir para algo más que presumir de vacaciones. Un buen ejemplo es esta investigación sociológica realizada por Rowe, Mahony, Graells-Garrido, Rango y Sievers sobre los sentimientos que suscitó la inmigración en Twitter durante las primeras fases de la pandemia de covid-19. Uno de los objetivos principales de este estudio centrado en Alemania, Italia, España, el Reino Unido y los Estados Unidos eran comprobar si la crisis sanitaria intensificaba los discursos antiinmigración.

¿Y por qué recurrir a Twitter para abordar este tema si ya tenemos herramientas como las encuestas? Porque esas encuestas son caras, complejas y lentas; las redes sociales, en cambio, pueden darnos datos para analizar en tiempo real y verificar posibles cambios de tendencia por acontecimientos concretos, como pueda ser el miedo generado por una pandemia, que suele dirigirse hacia los más débiles. Aunque Twitter presenta un sesgo por no ser totalmente representativo de la sociedad, puede ser un buen complemento para analizar las actitudes xenófobas.

Imagen: DAMIAN DOVARGANES / Associated Press. Fuente


El estudio de Rowe et al. recopiló mediante una API de Twitter unos 30 millones de tuits publicados entre el 1 de diciembre de 2019 y el 30 de abril de 2020 que contenían alguna de las palabras clave relacionadas con la inmigración definidas previamente. Para examinar su contenido, se usó el denominado análisis de sentimientos o minería de opiniones. Esta técnica de inteligencia artificial usa el procesamiento del lenguaje natural para identificar estados emocionales y su intensidad de un modo relativamente sencillo: divide el texto en unidades más pequeñas, localiza términos positivos o negativos y les asigna un valor que va de -1 a +1. Con estos datos, se clasificaron los tuits y se determinó su distribución en función de su actitud positiva, neutra o negativa hacia la inmigración.

Aunque quienes usan Twitter quizás esperen lo peor de semejante experimento, el resultado no fue tan malo como podría parecer. A pesar del aumento del número de tuits sobre inmigración a medida que avanzaba la pandemia, el resultado global no mostró un incremento significativo de los mensajes antiinmigración. ¿Acaso los avisos de la prensa sobre el riesgo de combinar miedo y xenofobia no tienen base? En realidad, sí; el estudio advierte de que los sentimientos de las poblaciones examinadas tienden, en conjunto, a un punto neutro porque se observan dos extremos muy polarizados que se compensan, especialmente en España, donde encontramos un 37,6 % de actitudes extremadamente negativas y un 20 % de miradas muy positivas, con toda una gama de posiciones intermedias. 

Ante el discurso del odio, el estudio revela otros tuits centrados en la aportación de la población migrante a la lucha contra la pandemia desde trabajos esenciales o en la preocupación por los efectos sanitarios en los campos de refugiados o en la población migrante vulnerable. Quizás, como señala la ONU, todavía hay esperanza. Aunque conviene no perder de vista la polarización y la cámara de eco que se genera en las redes sociales.

lunes, 17 de enero de 2022

Futurama: cultura matemática en el siglo XXXI

No debería ser necesario decirlo, pero de vez en cuando conviene recordarlo: las matemáticas son cultura. Igual que el resto de las ciencias, igual que la arquitectura, la filosofía o la historia.  Y como tal, se plasman en el arte, la literatura o el cine, incluso en series de animación, como Los Simpsons o Futurama, cuyo equipo de guionistas —que cuenta con varias personas con titulaciones superiores en disciplinas científicas— recurre en numerosas ocasiones a las matemáticas tanto para vertebrar argumentos como para hacer bromas y juegos de palabras.

 

El número de la bestia, 666, escrito en un espejo en código binario. Fotograma del episodio El Bocinazo. Fuente

Pero si hay un rasgo que destaca en las creaciones de Matt Groening es su enorme carga de referencias culturales, guiños que acercan sus universos imaginarios al mundo real y que juegan con alusiones políticas, históricas, a series de televisión, videojuegos, cómics, personajes famosos… o a las matemáticas. Uno de los tributos matemáticos que aparecen de forma recurrente en Futurama es el que se rinde al número 1729, que es tanto el número de serie de Bender como la matrícula de la nave que pilota Zapp Branningan o uno de los universos paralelos a los que viaja Fry en uno de los episodios.

 

El universo paralelo 1729. Fotograma del episodio La paracaja de FarnsworthFuente


 ¿Y qué tiene de especial este número?  Es el número de Hardy-Ramanujan o número del Taxi, el número natural más pequeño que se puede expresar como la suma de dos cubos positivos de dos formas distintas: 1729 = 13 + 123 = 93 + 103. Además, es un número esfénico (un número natural producto de tres primos distintos, en este caso 7×13×19), el tercer número de Carmichael, un número de Zeisel y el primer pseudoprimo absoluto de Euler. Bonito, ¿verdad? Y, sin embargo, más allá de su belleza, cabría preguntarse por qué hay ciertos tipos de números que tienen nombre propio, dónde reside la importancia de la teoría de los números, la rama que estudia sus propiedades.

A Gauss se le atribuye la frase «la matemática es la reina de las ciencias y la teoría de los números es la reina de las matemáticas», que da idea del carácter fundamental de esta disciplina de la matemática pura como base de otros desarrollos y aplicaciones. Los números primos, estrellas indiscutibles de este campo, son esenciales para elaborar algoritmos y cálculos complejos y, aunque no nos demos cuenta, están muy presentes en nuestro día a día, por ejemplo, en los sistemas de encriptación que usamos para hacer transferencias bancarias o pagos seguros por Internet. Por eso la teoría de los números ha atraído la atención de tantas mentes brillantes, como la de Sophie Germain, la matemática autodidacta que da nombre a los primos de Germain y cuya lucha incansable por acceder al conocimiento en una época en la que estaba reservado a los hombres bien merecería no ya una referencia, sino una serie entera.

domingo, 16 de enero de 2022

Presente y futuro energético

 

«No hay duda de que la influencia humana ha calentado la atmósfera, el océano y la tierra. Se han producido cambios rápidos y generalizados en la atmósfera, los océanos, la criosfera y la biosfera». Esa es la primera conclusión de la contribución del Grupo de Trabajo I al Sexto Informe de Evaluación del IPCC, que se publicará en su totalidad en septiembre de 2022. En el apartado dedicado a los posibles futuros climáticos, advierte de que las temperaturas seguirán subiendo como mínimo hasta mediados de siglo en todos los escenarios de emisiones estudiados y de que, de no reducirse drásticamente las emisiones de gases de efectos invernadero en las próximas décadas, el aumento superará los 2 °C ya en el siglo XXI.


Fuente: OurWorldData


El origen de casi tres cuartas partes de esas emisiones es el uso de energía y casi el 85 % del consumo energético mundial se satisface con combustibles fósiles. A pesar del desarrollo que han experimentado las fuentes de energías renovables en los últimos años, la eólica apenas supone un 2 % del mix energético y la solar ronda el 1 %.


Fuente: OurWorldData

Sin duda, la tecnología seguirá avanzando y en un futuro seremos capaces de generar cada vez más energía a partir de fuentes renovables como la geotermia, la maremotriz o tantas otras que se están estudiando. Puede que incluso lleguemos a desarrollar la fusión nuclear. Pero lo cerca o lejos que esté ese futuro no va a depender solo de los avances tecnológicos, ya que la energía tiene un marcado componente cultural y está asociada a multitud de factores sociales, económicos y geopolíticos, por lo que la voluntad política será clave para encontrar soluciones renovables, invertir o regular en esa dirección. Y, a la luz de los resultados de la COP26, parece que esavoluntad se está quedando corta. Mientras tanto, estamos emitiendo unas 6 toneladas equivalentes de CO2 anuales (con un reparto per cápita desigual concentrado en los países occidentales), unas cifras incompatibles con la acción urgente que demanda el IPCC, por lo que no podemos limitarnos a sustituir los combustibles fósiles por energías renovables y hemos que ir un paso más allá, potenciar la eficiencia energética, el reciclado, la economía circular y, seguramente, modificar nuestra forma de consumir, al menos en Occidente.

viernes, 14 de enero de 2022

La risa va por barrios y la despoblación, por sexos

Últimamente nos hemos acostumbrado a oír hablar de despoblación y de propuestas, más o menos acertadas, para paliarla.  Pero en la multitud de análisis publicados sobre el estado de la cuestión, sus causas o sus consecuencias, no siempre se tiene en cuenta un factor que, en realidad, puede ser clave: el género. Si analizamos los datos del INE, descubrimos que cuanto menor es la población de un municipio, mayor es la proporción de hombres que viven en él. O, dicho de otro modo, a medida que aumenta la población de una localidad, aumenta el porcentaje de mujeres. Por ejemplo, en Soria, la provincia más despoblada de España, vemos que los pueblos de menos de 100 habitantes tienen poco más de un 40 % de mujeres, mientras que, en la única localidad de la provincia de más de 10 000 habitantes, la capital, el porcentaje casi alcanza el 53 %.


Gráfico de elaboración propia a partir de los datos del padrón municipal continuo del INE del 1 de enero de 2020 (el último publicado con datos desagregados por sexos). Fuente


Este patrón no es casual y se repite a escala nacional.

Gráfico de elaboración propia a partir de los datos del padrón municipal continuo del INE del 1 de enero de 2020 (el último publicado con datos desagregados por sexos). Fuente

A la clásica estampa del mundo rural despoblado y envejecido, habría que sumarle el calificativo de masculinizado. Las explicaciones tradicionales a este fenómeno se retrotraen a las décadas de los sesenta y los setenta, cuando se produjo el éxodo masivo del campo a la ciudad, que fue más acentuado entre las mujeres debido a que las opciones laborales vinculadas a la agricultura y la ganadería quedaban en manos de los varones, normalmente en el hijo mayor de la familia, que se hacía cargo de la explotación familiar.

Han pasado décadas y es obvio que los territorios rurales de ahora no son los de antaño. Va siendo hora de dejar atrás las ideas preconcebidas y las imágenes del pueblo como un entorno exclusivamente agrícola y ganadero; hay muchísima más diversidad, más complejidad. Y, sin embargo, las mujeres se siguen marchando más. Según los datos del padrón municipal del INE de 1996 (el primero de la serie disponible con datos por sexos), en los pueblos de la provincia de Soria de menos de 100 habitantes había un 47 % de mujeres frente al 40 % actual; en los que tienen entre 101 y 500 habitantes, era del 48 % frente al 44 % de ahora. Es decir, la tendencia no solo no se ha revertido, sino que se acentúa. Parece que el nuevo éxodo rural es de mujeres.

Los motivos son los mismos, pero también son otros, como la mayor proporción de mujeres con estudios superiores que buscan alternativas profesionales, alternativas que quizás podrían encontrar desde sus pueblos con la tecnología o las comunicaciones adecuadas. O la ausencia de servicios públicos que contribuyan a los cuidados, como guarderías, centros de salud o centros de mayores, que invita a irse para no perpetuar antiguos roles de género. Si realmente queremos revertir la despoblación, estaría bien repasar los números y buscar las causas reales, en lugar de recurrir a manidos clichés sobre la caza, la ganadería intensiva o el mantenimiento de las tradiciones para fomentar un turismo folclórico de fin de semana.


jueves, 13 de enero de 2022

Conversaciones

 

Conversaciones

 

—Ya vi los vídeos que me pasaste, el de la historia del protón y el otro del universo.

—¿Te gustaron?

—Sí, la verdad es que me parecieron muy entretenidos. Y didácticos. Ahora entiendo mejor lo del Big Bang y la expansión del universo… Oye, ¿tú crees que la ciencia llegará a contestar a esas grandes preguntas trascendentales? Ya sabes, aquello de quiénes somos y de dónde venimos que decían los Siniestro.

—Depende. Si la cosa va de saber si es fiable el carbono-14 o si es nuestro antepasado el hombre de Orce, eso sí que puede contestarlo la ciencia. Lo del sentido de la vida o por qué estamos aquí, pues no. Pero es que creo que esa parte se escapa a su negociado, no es su función.

—¿Cómo que no? ¿Y para que va a servir si no?

Tira de Mafalda. Quino. Fuente

—Para tener herramientas, para saber más, pero luego hay que hacer algo con ese conocimiento. Es como lo que ha pasado con la pandemia. Al final, hemos visto a dirigentes políticos tomar ciertas medidas amparándose en que «lo dice la ciencia», como si la ciencia fuera una señora que dice lo que hay que hacer.

—Bueno, pero eso tiene una parte de manipulación y engaño, de intentar justificar algo diciendo que es científico, que viste mucho, aunque no lo sea. Pero no irás a discutirme que las medidas hay que tomarlas de acuerdo con las pruebas científicas que tengamos.

—No, cómo iba a discutir eso… solo digo que a esa base científica hay que añadirle más capas. Por ejemplo, sabemos que el virus se transmite por aerosoles y que los sitios cerrados son un foco de contagio. A partir de ahí, habrá que decidir si cerramos los bares o las escuelas, y eso tiene más que ver con criterios políticos, sociales, económicos o de derechos humanos. Creo que se puede aplicar el mismo principio a la cosmología: puedes saber si el universo se está expandiendo, pero eso no te va dar el sentido de la vida.

—Vale, ya te sigo. Pero entonces, ¿dónde buscas el sentido de la vida? ¿En la religión?

—Supongo que eso dependerá de cada uno. Yo en la religión, no. Quizás en la filosofía, en el arte, en los demás… Ni idea. Igual tampoco lo tiene.

—¿Y no es un poco triste pensar que esto no tiene ninguna finalidad? ¿Qué estamos aquí solo por casualidad, porque a unas bacterias les dio por hacer la fotosíntesis?

—¿Tú te pondrías triste si te tocara la lotería? Porque eso sí que sería casualidad…

—Visto así… Aunque, ahora que lo pienso, entonces lo que no tendría sentido es gastar un montón de millones en mandar sondas al espacio que estudien el origen del universo. ¿Para qué?

Tira de Mafalda. Quino. Fuente

—Para saber más, ¿te parece poco? Justo ayer leí una entrevista a Mirjana Pović, una astrofísica que está colaborando con el desarrollo del Instituto Etíope de Ciencias Espaciales y Tecnología y comentaba precisamente eso, que le preguntan a menudo por qué invertir en astronomía en un país con las dificultades y necesidades que tiene Etiopía. Y ella respondía que porque la astronomía, la ciencia y la educación mejoran la vida de la gente a todos los niveles.

—Mira, la verdad es que habría cierta justicia poética en que fuera el continente en el que nació el ser humano el que descubriera vida en otro planeta.


martes, 11 de enero de 2022

Derecho espacial

 

En la novela Del revés, Verne nos presenta una nueva aventura del Gun Club. Esta vez, los aguerridos protagonistas de De la Tierra a la Luna deciden montar una empresa y con la ayuda de una millonaria de Baltimore compran las tierras inexploradas del Ártico para explotar su hulla. ¿Y cómo piensan conseguir tal hazaña en suelo permanentemente helado? Nada más y nada menos que cambiando el eje de la Tierra para que el Sol les ayude a derretir el hielo.

El pasado diciembre, la periodista Isabel Troytiño hizo uno de esos clásicos repasos a lo más destacado del año, en este caso en el campo de la astronomía, en un artículo que tituló «Despegue acelerado del turismo y las misiones espaciales». Aunque seguramente el hito más importante de 2021 sea el lanzamiento del telescopio más potente de la historia (no exento de polémica por el nombre elegido), pocos meses antes otro hecho había acaparado todas las portadas: el primer vuelo espacial tripulado por turistas, no por astronautas.  El sector privado, abanderado por los billonarios Musk, Bezos y Branson, se ha lanzado a conquistar el espacio con proyectos de turismo para los más pudientes y todo tipo de servicios por satélite, desde internet a sistemas de navegación. Estas iniciativas están provocando ya problemas en forma de basura espacial que genera contaminación lumínica, dificulta las observaciones astronómicas y ha llegado a interferir con la actividad de la Estación Espacial Internacional. SpaceX tiene incluso un programa para llegar a Marte y fundar colonias allí.

Ante este panorama, una se pregunta si no hay ninguna legislación que regule todo esto: ¿cualquier que tenga suficiente dinero puede mandar al espacio lo que le apetezca o a quien le apetezca? ¿Y los criterios científicos, la cooperación internacional y la búsqueda de conocimientos al servicio de la humanidad? ¿Acaso vivimos en una novela de Verne? En realidad, sí que existe un marco normativo, del que se ocupa la Oficina de Asuntos del Espacio Ultraterrestre de las Naciones Unidas, que ha promovido ya cinco tratados internacionales y cinco conjuntos de principios rectores.

 

Además, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha aprobado varias resoluciones sobre este tema, la última de ellas en 2013. En ella, reconoce que «en vista de la creciente participación de entidades no gubernamentales en las actividades espaciales, es preciso adoptar medidas adecuadas a nivel nacional, en particular en lo que respecta a la autorización y supervisión de las actividades espaciales no gubernamentales» y hace una serie de recomendaciones sobre la legislación nacional relativa a la exploración y utilización del espacio ultraterrestre con fines pacíficos. Parece que normas, como las meigas, haberlas haylas.

lunes, 10 de enero de 2022

Menú del día: insectos


La alimentación tiene un marcado componente cultural. Algunos alimentos que se consumen de forma habitual en ciertas regiones son totalmente ajenos en otras, pudiendo llegar incluso a generar un fuerte rechazo: no todo el mundo se comería una medusa o una serpiente de buena gana, como no todo el mundo comería conejo, carne de caballo o caracoles. Es todo cuestión de perspectiva.

Estos gustos culinarios chocan a veces con realidades que aconsejarían otro tipo de actitudes, algo que sucede, por ejemplo, con los insectos. Aunque en España y en otros países occidentales nos pueda provocar cierta aversión, forman parte de la dieta en otras partes del mundo. De hecho, la FAO considera que pueden contribuir a la seguridad alimentaria por su buen perfil nutricional (contienen proteína de alta calidad, vitaminas y aminoácidos) y por el bajo impacto ambiental que generan en comparación con otras fuentes de proteína animal, dos ventajas muy reseñables en vista del crecimiento de la población mundial, la limitación de recursos naturales o el cambio climático.

 

Un plato de chapulines, un insecto de consumo habitual en México. Fuente

En 2015, el Reglamento (UE) 2015/2283 sobre nuevos alimentos abrió la puerta a la posibilidad de comercializar insectos en territorio europeo, siempre siguiendo los procedimientos vigentes para la inclusión de nuevos alimentos en la lista de alimentos permitidos. A día de hoy, solo se han concedido dos autorizaciones de este tipo: la primera, en junio de 2021, para larvas de Tenebrio molitor (gusano de la harina) desecadas; la segunda, en noviembre de 2021, para las formas congelada, desecada y en polvo de Locusta migratoria (langosta migratoria).

Pero, ¿y los famosos snack de grillos y otros insectos de los que tanto oímos hablar hace dos o tres años? ¿No contaban con autorización? Como señala la AESAN en una nota informativa de junio de 2021, el Reglamento (UE) 2015/2283 estableció un periodo transitorio hasta el 1 de enero de 2019 durante el que se permitía la comercialización de especies de insectos toleradas tradicionalmente en algunos Estados miembro: Acheta domesticus, Tenebrio molitor, Locusta migratoria, Gryllodes sigillatus, Schistocerca gregaria, Alphitobius diaperinus, Apis mellifera y Hermetia illucens. Como vemos, por el momento solo dos de las especies de esta lista original han conseguido la autorización de comercialización, las demás siguen en espera y dentro de esa fase transitoria que se ha ampliado hasta que se tome una decisión al respecto.

Si hoy hacemos una búsqueda en las tiendas online de las principales cadenas de supermercados de España, no encontramos ningún producto elaborado con insectos, ni siquiera los comercializados por Carrefour en 2018. Lo que sí podemos hacer es comprarlos directamente en la página web del fabricante Jimini’s (según el aviso legal, la empresa comercializadora tiene sede en Francia). En ella encontramos, por ejemplo, cajas de saltamontes al curry (aunque, según la lista de ingredientes se trata en realidad de Locusta migratoria), gusanos Molitor con ajo y hierbas de Provenza o grillos con frutos rojos.

No sabemos si los productos que se comercializaron en España ya no están disponibles —o, al menos, no son nada fáciles de encontrar— por las dudas legales que pudieron suscitar o por falta de demanda en el mercado español. En cualquier caso, una vez superados todos los trámites normativos para garantizar su seguridad, no deberíamos desdeñar a la ligera el potencial de los insectos como fuente de alimentación. Quizás haya que hacer algunos ajustes culturales para que el público los acoja mejor, pero sus características nutricionales y las ventajas ambientales merecen un estudio serio.


domingo, 9 de enero de 2022

Los envases activos e inteligentes

 

La humanidad lleva toda su historia buscando métodos para conservar los alimentos. De los primeros métodos tradicionales, como la salazón o el ahumado, llegamos a finales del siglo XVIII a la revolución del enlatado, una técnica que nació para satisfacer las necesidades de ejércitos y marinos. Por suerte, hoy contamos con los conocimientos y la legislación necesarios para disponer de técnicas de conservación y envasado que garantizan la conservación y la seguridad de los alimentos que consumimos.

 

Los envases activos

Este tipo de envases contribuye de forma activa a conservar el alimento, mantener su calidad y sus propiedades organolépticas, así como prolongar su vida útil. Si en los envases tradicionales el paquete actúa como una simple barrera, en el caso de los envases activos se produce una interacción con el alimento. Esta puede darse, por ejemplo, en forma de absorción de componentes que degradan el alimento —como el etileno de frutas y verduras—, de liberación —por ejemplo, de agentes antioxidantes— o de control del entorno. En el supermercado podemos encontrar multitud de ejemplos de este tipo de envases, desde bolsas de pipas que tienen una bolsita en su interior para absorber la humedad a una gran variedad de productos frescos, frutas, verduras, carnes o platos preparados envasados en atmósfera protectora. Todos ellos quedan dentro del ámbito del Reglamento (CE) n.º 450/2009 de la Comisión, de 29 de mayo de 2009, sobre materiales y objetos activos e inteligentes destinados a entrar en contacto con alimentos.

 

Varios productos envasados en atmósfera protectora


Los envases inteligentes

El Reglamento n.º 450/2009 define los materiales y objetos inteligentes como «aquellos que controlan el estado de los alimentos envasados o de su entorno». Su objetivo es proporcionar al consumidor toda la información posible. Para que eso suceda, se produce una reacción entre el alimento y el envase y esa reacción se refleja en la etiqueta a modo de indicador. En esta categoría encontramos indicadores de frescura, de fugas o de temperatura. Aunque los envases inteligentes no parecen gozar todavía de mucha popularidad en el mercado español y no es fácil verlos en los supermercados, sí encontramos algunos ejemplos curiosos, como este vino en cuya etiqueta aparece la silueta de un barco cuando se alcanza la temperatura idónea de consumo.



A la vejez, viruelas

 

Hoy Javier nos pregunta si tenemos algún momento especial con la exploración espacial y la verdad es que si me lo hubieran preguntado hace un año, habría dicho que no. Llegué tarde al frenesí de la carrera espacial y a las reuniones en la casa del vecindario que tuviera tele para ver acontecimientos como la llegada del ser humano a la Luna. La serie Cosmos de Carl Sagan se estrenó justo el año que yo nací, así que era demasiado pequeña, y mis recuerdos televisivos de entonces tienen más que ver con La bola de cristal y la bruja Avería.

Mi relación con la exploración espacial siempre se había limitado a la ficción. Me encanta Verne; esas historias de aventuras en las que los protagonistas se las ingenian para resolver cualquier problema gracias a sus conocimientos y se lanzan a explorar los rincones más recónditos del planeta, o incluso a salir de él. Me fascinan esas obras que intentan imaginarse el futuro y otros mundos posibles, las distopías y la ciencia ficción: libros tan divertidos como la Guía del autoestopista galáctico, clásicos como La guerra de los mundos o los títulos de la gran Ursula K. Le Guin, cuyos conflictos interplanetarios van más allá de las típicas escaramuzas bélicas y se centran en choques culturales. En cualquier caso, siempre hay por ahí otra forma de vida no demasiado amistosa. El patrón se repite en la pantalla: siempre hay alguna raza alienígena que intenta invadirnos, se acerca algún meteorito que va a destruir el planeta o es el ser humano el que se topa con un parásito maligno durante sus viajes espaciales.

 

En el capítulo 14 de la duodécima temporada de The Big Bang Theory, Stuart y Denise advierten a Leonard y Raj de que no deberían intentar abrir un meteorito que tienen en el laboratorio: «¿Es que no habéis aprendido nada de los comics? ¿Virus espaciales? ¿Gente abducida? No vendo más que advertencias». Fuente de la imagen

Quizá en este mundo de ficción también ha habido algún título que anticipaba mi momento especial, como la película Figuras ocultas o Apolo XIII. De la mano de unos y otros llegamos a junio de 2021, a la charla de Carlos Briones con la que acabó el curso pasado este máster. Y ahí vi la luz. En medio de una ponencia interesantísima sobre la exploración de Marte en la que nos habló de misiones y tecnología y también abordó temas como la bioética o la geoética, Carlos nos explicó cómo volverán a la Tierra las muestras que ahora mismo está tomando el Perseverance. Harán falta nada menos que tres misiones: la que ya salió en 2020 para llevar ese rover que está tomando muestras y otras dos que se lanzarán en 2026. Una de ellas transportará otro rover que se encargará de recoger el bote en el que Perseverance va guardando las muestras, meterlo en un cohete y ponerlo en órbita; la otra, lo interceptará mientras orbita y lo traerá a la Tierra, si todo va bien, para 2031.

Esquema de las tres misiones que serán necesarias para traer muestras desde Marte. Fuente


Puede parecer obvio que esto de ir a otros planetas es muy difícil y que la ficción no es más que eso, ficción. Sin embargo, ese detalle me sirvió para darme cuenta de la cantidad de años de trabajo y de la cantidad de gente que ha tenido y tendrá que colaborar para traer hasta aquí un puñado de viales de 15 cm con muestras de minerales marcianos. Es increíble pensar en todas las cosas que tienen que salir bien para lograrlo o que no es posible hacerlo en un solo viaje de ida y vuelta, sino que hay que enviar tres misiones para distintas partes del trayecto. Seguiré leyendo a la Le Guin porque sigo creyendo que reflexionar sobre cómo podríamos ser nos ayuda a saber quiénes somos y que ese impulso de imaginar otros mundos es el mismo que nos mueve a intentar encontrarlos, pero a partir de ahora en mis lecturas habrá más títulos de divulgación para poder entender los entresijos reales de ese universo imaginario.

martes, 4 de enero de 2022

Todo es cuestión de perspectiva (o de escala)

 

Las traductoras sabemos cosas curiosas, datos de lo más dispares que nos vamos encontrando por el camino. Por ejemplo, hace unos años, mientras traducía textos publicitarios para un perfume inspirado en la familia real monegasca, descubrí que la superficie de Mónaco es de solo 2 km2. Sí, sabía que era pequeño, pero no me imaginaba que tanto. En el pueblo en el que vivo, que tiene unos 9 km2, ¡caben cuatro Mónacos y medio! Y si allí viven unas 38 000 personas —al menos esa es la cifra de población oficial, la población residente será distinta por aquello de las ventajas fiscales—, aquí somos 60 almas las que nos repartimos el término municipal. No sé si esto es la España vacía o es que allí viven con muchas apreturas… Volví a acordarme del Principado durante la desescalada de 2020, cuando todo el mundo aprendió a dibujar círculos en Google Maps porque ya podíamos salir a pasear hasta una distancia de 1 km del domicilio, siempre y cuando quedara dentro del municipio. Pensé en lo mal que lo tendrían en Mónaco si estuvieran en el mismo caso, todo el día de atrás adelante para no meterse en Francia ni caerse al mar.

Vista panorámica de Monte Carlo. No cabe ni un alfiler. Fuente

La verdad es que nos cuesta mucho entender lo grandes o pequeñas que son las cosas si no las comparamos con algo conocido, por eso vamos por ahí midiendo el mundo en campos de fútbol. Y eso si hablamos de distancias familiares expresadas en milímetros, metros o kilómetros, cuando pasamos a otras unidades más alejadas de la escala humana, la cosa se complica. Un nanómetro son 10-9 metros; nos dicen que sería como dividir el grosor de un pelo en 50 000 partes, pero ¿cómo visualizar algo tan ínfimo? En el otro extremo, ¿cómo concebir el tamaño del universo visible si ahí el orden de magnitud es de 1027? No podemos ni aspirar a ser el nanómetro del universo; ni siquiera su yoctómetro (10-24, el diámetro de un neutrino). Pero vamos a intentar comprenderlo un poco mejor.

El divertido juego de las escalas del universo de Cary Huang, traducido por Carlos Muñoz. Fuente

La distancia de la Tierra al Sol es de unos 150 millones de kilómetros, es decir, 1,5 x 10km. Es un número tan grande que no resulta práctico expresarlo así, por eso tiene una unidad propia en el SI: la unidad astronómica. Pues bien, imaginemos que una unidad astronómica equivale a 1 km, aquel que podíamos alejarnos del domicilio durante el desconfinamiento, y juguemos con esa escala. Ya que estamos imaginando, supongamos que los planetas describen órbitas circulares, convirtamos el Sol en nuestra casa y situémoslo en Fuentecantos, en el ayuntamiento, que parece lo más adecuado. Sabemos que, con ese límite de 1 km, podemos llegar paseando hasta la Tierra. ¿Y si nos bastara con quedarnos en Mercurio? Nos sobraría con 400 m y apenas saldríamos del casco urbano. ¿Cuánto necesitaríamos para acercarnos a Júpiter? En ese caso, la normativa debería ser más laxa y darnos un rango de 5 km, con lo que saldríamos del municipio y, de paso, visitaríamos el yacimiento de Numancia. ¿Y si queremos saludar al pobre Plutón? Ahí nos vamos ya a los 40 km: podemos recorrer la ruta de las icnitas, descansar en alguno de los despoblados de Tierras Altas, saltar la sierra y llegar a La Rioja.

Resultado de nuestro juego de paseos pandémicos a escala planetaria en ScaleMaps

Pongamos que nos apetece salir del Sistema Solar y llegar a la estrella más cercana, Próxima Centauri. A escala interestelar, las unidades astronómicas se quedan cortas y tenemos que recurrir a los años luz. Dado que un año luz equivale a 63 241 unidades astronómicas y que Próxima Centauri está a 4 años luz del Sol, nos salen la friolera de 38 billones de kilómetros (3,8 x 1013). Aquí ya tendríamos que decretar el fin de la pandemia, acabar con las restricciones sanitarias, acumular una buena fortuna para legar a sucesivas generaciones de nuestra descendencia y encomendarles a ellas la tarea, confiando en que en los próximos siglos se encuentre un método de transporte más rápido que el avión para poder agilizar el asunto: en esa misma escala en la que Mercurio está a solo 400 metros del Sol, tendríamos que dar 950 millones de vueltas a la Tierra para poder llegar a Próxima Centauri. Mejor no hacemos las cuentas para intentar alcanzar el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, que está a unos 27 000 años luz, mil años luz arriba, mil años luz abajo.

 

Ilustración de Alphons de Neuvill y Léon Benett en la edición francesa original de La vuelta al mundo en 80 días. Al ritmo de Phileas Fogg, harían falta 208 millones de años para dar esas 950 millones de vueltas a la Tierra. Más o menos, desde el comienzo del Jurásico hasta hoy. Fuente

El Sol no es más que una de los alrededor de 300 000 millones de estrellas que puede tener la Vía Láctea y esta es solo una de los cientos de miles de millones de galaxias que podría haber en el universo, cuyas dimensiones no se miden ya en años luz, sino en yottametros (1024) o incluso en gigapársecs (1027). Vista esa inmensidad y los planetas habitados que conocemos, ¿sigue pareciéndonos poca cosa la densidad de población de 6 hab/km2 de Fuentecantos? Quizás deberíamos dejar de hablar de territorios vacíos o vaciados y empezar a hablar de territorios espaciosos, como en los textos que publicitan las habitaciones de los hoteles de lujo de Mónaco. Además, también tenemos mejores vistas a las estrellas.

 

 

 

 

Del neuroderecho y otras neurohierbas

  «Acompañar un texto con la imagen de un cerebro aumenta significativamente su credibilidad». Eso aseguran Cardenas y Corredor (2017) en u...