domingo, 29 de noviembre de 2020

Introducción a la historia de la ciencia. Tarea 3.2.

A partir de los capítulos 2 y 3 del libro de Paolo Rossi El Nacimiento de la Ciencia Moderna en Europa titulados “Secretos” e “Ingenieros”, discute la relación que Rossi establece entre la tradición hermética, la práctica tecnológica y la emergencia de la ciencia moderna.

 

En estos dos capítulos de su libro, Paolo Rossi describe el papel que desempeñaron las artes mecánicas en el paso de la tradición hermética a la emergencia de la ciencia moderna.

La tradición hermética se distingue por su defensa del saber como un área vedada a la que solo pueden acceder unos pocos elegidos. Los límites entre la filosofía natural y el misticismo son difusos, el conocimiento es un todo sin contradicciones que se presenta a través de visiones y revelaciones reservadas a los más sabios y doctos. La divulgación de ese conocimiento no tiene ningún valor; al contrario, se comunica de maestros a discípulos en círculos cerrados, con un lenguaje oscuro y críptico que se considera prueba de su veracidad: esa sabiduría oculta es únicamente para los iniciados y solo esos iluminados la entienden. La cultura queda recluida en universidades y monasterios.

Sin embargo, a mediados del siglo XVI comienza a aparecer una oposición a esa forma de conocimiento secretista y asociado a la autoridad. En los talleres, los ingenieros ponen en práctica artes mecánicas, diseñan y fabrican máquinas, experimentan con la química y los minerales y difunden el acervo que van acumulando. Autores como Biringuccio y Agricola publican tratados prácticos sobre metalurgia y minería y critican abiertamente el lenguaje oscuro de tradición hermética.

En paralelo, surgen figuras como Rober Norman, un marinero que usó la experiencia acumulada durante años para fabricar brújulas, o Juan Luis Vives, humanista que postuló la necesidad de estudiar áreas como el arte del tejido, la agricultura o la navegación. Así va abriéndose paso la idea de que la técnica y los saberes prácticos tienen valor y debe concedérseles crédito, aunque no procedan de filósofos dedicados a la teoría. Así empieza a desdibujarse la percepción de que la cultura vive solo en los conventos; esta también se genera en los talleres, a los que además van llegando obras clásicas sobre astronomía o matemáticas traducidas a las lenguas vernáculas, lo que facilita el acceso a conocimientos teóricos a los constructores e ingenieros. Teoría y práctica se funden en artistas como Leonardo o en disciplinas como la pintura, en la que se introduce la perspectiva de la mano de la geometría, y el artesano adquiere el prestigio del artista.

Estas ideas, que evolucionaron a partir de la práctica, se elevaron a la categoría de filosofía de la mano de filósofos como Bacon, Descartes y Boyle. Bacon defendió el valor de las artes mecánicas por su capacidad para revelar las características del mundo natural y su carácter colectivo y acumulativo: a diferencia de la magia hermética, que consideraba el sabor como algo inmutable, la práctica de los ingenieros es capaz de crecer, es un saber progresivo que se va construyendo sobre la base de hallazgos previos.

Partiendo de este panorama histórico y de la superación del concepto de revolución científica, Rossi argumenta que la diferencia entre magia y ciencia no reside solo en los contenidos y los métodos de una y otra, sino también en la imagen del saber y del sabio. Se abandona la idea de que el conocimiento es algo oscuro, guardado con secretismo en conventos y universidades y reservado a unos pocos iluminados, para aceptar que las artes mecánicas y la tecnología son vehículos de conocimiento que se desarrollan en los talleres, donde se rechaza la autoridad como aval de veracidad, se experimenta, se estudia y se divulgan abiertamente diferentes técnicas, que surgen muchas veces de necesidades sociales o económicas concretas y se nutren entre sí. El secreto deja de ser un bien y la ingeniería adquiere valor y prestigio, lo que actúa como catalizador del surgimiento de la ciencia moderna.

sábado, 28 de noviembre de 2020

Introducción a la historia de la ciencia. Tarea 2.1.

Tomando como base el artículo de José Luis Pesset, “Casi cien años de la historia de la ciencia (o de las ciencias)”, Asclepio LXI (2): 249-260 (2009), reflexiona, en no más de 1000 palabras sobre el dilema que presenta el título: ¿deberíamos hablar de historia de la ciencia o de las ciencias? No estoy pidiendo un resumen del artículo, sino que su lectura te ayude a reflexionar sobre las diferencias que pueda haber entre usar el singular o el plural: ¿ciencia o ciencias?

 

El artículo de Pesset reseña el editorial que George Sarton escribió para la revista Isis en 1913, en el que exponía varias de sus ideas sobre la historia de la ciencia, además de hacer un recorrido por la postura de otros pensadores sobre este mismo tema.

Sarton defendía la necesidad de una historia de la ciencia, no de las ciencias, una disciplina histórica que aunara análisis y síntesis, pues consideraba la ciencia como una forma de conocimiento única, independiente y universal que había de estudiarse en relación con otros fenómenos intelectuales, sociales y económicos. Partiendo de su fe en el progreso y en la función de la ciencia como benefactora de la humanidad, entendía la historia de la ciencia como la historia de la civilización. En estos planteamientos de Sarton queda patente la influencia de Auguste Comte y Paul Tannery.

Tannery abogó por una concepción de la historia de la ciencia como parte integrante de la historia de la humanidad y criticó la atomización de las historias particulares de las ciencias. Comte distinguió dos formas de estudio de la ciencia: el método dogmático y el histórico. El primero hace referencia al análisis especializado de la historia de cada disciplina, de sus dogmas y principios, como si se tratara de un libro de texto. En cambio, el método histórico se centra en el estudio sintético de la ciencia, de su desarrollo como actividad intelectual y su relación con otros aspectos culturales y sociales de cada época. Para Comte, ambos enfoques debían mantener una relación dialéctica.

La distinción que establece Comte entre el método histórico y el dogmático ayuda a entender la diferencia entre historia de la ciencia e historia de las ciencias. La historia de las ciencias, en plural, abordaría la evolución de cada disciplina, de sus hitos o del avance de sus métodos, creando una suerte de compartimentos estancos en los que lo importante es lo que ha sucedido a lo largo de los siglos en la astronomía, la física, las matemáticas o cualquier otra rama científica. Por su parte la historia de la ciencia, en singular, se ocuparía de la evolución de la ciencia como forma de conocimiento única, del desarrollo de su método, a cuyo progreso contribuirán los cambios en cada disciplina —que no son áreas aisladas, sino campos permeables— y en cuyo avance influirá el marco histórico, las condiciones socioeconómicas y culturales o las corrientes filosóficas de la época. El de la historia de la ciencia sería un enfoque unificador que bebe del estudio de las historias especializadas de las ciencias para lograr una síntesis generalista.

Sin embargo, también podríamos plantear una interpretación alternativa: la diferencia entre la historia de la ciencia y la de las ciencias podría residir en el propio concepto de ciencia, que no es estático y unívoco, sino que varía en función de las épocas y las sociedades. Desde esta perspectiva, la historia de las ciencias sería la de la evolución de ese concepto, de qué se entiende por ciencia en cada momento y lugar.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Introducción a la historia de la ciencia. Tarea 1

 Os propongo que echéis un vistazo a la sección dedicada a artículos de historia de la ciencia en la Cátedra de Cultura Científica y que analicéis las entradas (no hace falta una lectura intensiva ni exhaustiva) bajo los siguientes prismas: ¿Qué tipo de historia ofrecen estas entradas? ¿Qué tipo de fuentes históricas utilizan para sus trabajos? ¿Qué imagen dan de la ciencia?

 Empecemos con una descripción general. El Cuaderno de Cultura Científica recoge 31 artículos con la etiqueta «historia», aunque quizás la asignación de las categorías no sea del todo precisa ya que en el sitio web aparecen otros artículos sobre historia de la ciencia sin etiquetar. Por lo que respecta a la autoría, encontramos seis nombres que firman un único artículo (Javier Armentia, José Miguel Viñas, Alberto Mercado, Juan Ignacio Pérez, Laura Morrón, Juan Luis Moraza y Oskar González), el Museo Laboratorium aporta dos artículos, Eduardo Angulo suma cinco, Javier Peláez es el autor de una serie de siete y Cesar Tomé reúne hasta nueve. La mayoría de las entradas son artículos de texto, aunque también hay cuatro que remiten a vídeos de charlas o conferencias.

Buena parte de las entradas, 18 de las 31 totales, llevan en el título el nombre de algún científico, todos hombres, y abordan la contribución de cada uno de ellos a su disciplina. En general, estos textos se alejan de la idea de la historia de la ciencia como algo anónimo y de la mitificación de los grandes nombres de la ciencia. Por ejemplo, la serie sobre las cartas de Darwin de Javier Peláez se adentra en las cuestiones más personales del naturalista y del viaje en el Beagle, desde su relación con su familia o con el capitán FitzRoy a los continuos mareos y otras dificultades que sufrió durante toda la travesía.

También sitúan las aportaciones de estos científicos en su contexto histórico y social, con sus luces y sus sombras, y hacen referencia a la acogida que el resto de pensadores de su época brindó a sus ideas. En esta línea se enmarcan varios artículos de César Tomé, como los dedicados a van Helmont, Agricola, Biringuccio, le Bon o Livabius, que pertenecen a una serie más larga llamada «Alquimia». Tomé señala las innovaciones de estos pensadores, sus aportaciones al método científico, la química o la metalurgia, pero también contextualiza su obra en un entorno social y filosófico, con la presencia de la Inquisición y diversas tendencias religiosas, además de señalar la convivencia de ideas novedosas con otras ya superadas, como la transmutación, en una suerte de esquizofrenia intelectual que sugiere que el avance científico no es lineal. Cabe destacar el caso de la entrada sobre Bémont, que pretende desmitificar la idea de que el matrimonio Curie trabajó en solitario e incide en la importancia de la colaboración científica. Además, revela que Pierre y Marie Curie anunciaron el descubrimiento del polonio antes incluso de aislarlo, ya que en aquel momento la primicia de los nuevos hallazgos se dirimía en cuestión de meses o semanas.

La competencia científica y la importancia de las instituciones también encuentran su sitio en textos como los del Museo Laboratorium, que reseñan la historia del descubrimiento del wolframio (como lo denominaron los hermanos Elhuyar en Bergara) o tungsteno (en su versión sueca). Esta historia incluye a espías que pretendían copiar las técnicas escocesas para fabricar cañones, el mecenazgo del Gobierno español de la época para crear cátedras de investigación y viajes por las universidades y centro científicos de Europa en busca de las mejores ideas.

Las reticencias de la comunidad científica para aceptar novedades se ejemplifican en artículos como el de Angulo sobre el descubrimiento de Laveran del protozoo causante de la malaria.

Si pasamos a los 13 artículos de la sección que no se centran en científicos concretos, podemos ver una mayor diversidad temática y de fuentes históricas, que hasta este punto se centraban en documentos históricos, libros, artículos o cartas de los protagonistas de las historias y sus coetáneos. Obras de arte, novelas, antiguos pergaminos o restos arqueológicos ayudan a trazar historias científicas y tecnológicas, como la de la industria ballenera vasca, la del palimpsesto con la obra matemática perdida de Arquímedes o la de la presencia de nubes y moluscos en cuadros de diferentes épocas. En este capítulo encontramos varias reflexiones de Tomé sobre la historia de la ciencia y la evolución del concepto de ciencia en distintas épocas, textos que relacionan la malaria con la historia bélica y el significado de esta enfermedad para distintos países en función de su estatus como zona endémica o potencia colonial o un artículo que repasa las ideas científicas y pseudocientíficas de Poe, que no dejan de ser un reflejo de la época en que vivió. Además, aparecen pinceladas distintas con anécdotas científicas, como la de Armentia referida al color rosa y su significado en varios momentos de la historia.

En resumen, la sección presenta una imagen de la ciencia en constante evolución, con avances y contradicciones, aciertos e hipótesis fallidas, competencia entre científicos, hallazgos motivados por las necesidades de la industria o controversias y rechazos a teorías nuevas y antiguas. Todo ello, enmarcado en una época y un contexto social, con una relativa variedad de enfoques, en la que quizás se echa de menos la presencia de alguna disciplina y de más mujeres.

martes, 24 de noviembre de 2020

Epistemología y cultura científica. Tarea 3

 

Explicar si crees que el texto de Sober te ayuda a entender y poder adoptar una posición más fundada ante problemáticas sociales y éticas que se nos presentan en la actualidad ante el avance de las ciencias biomédicas. O si por el contrario crees que no es necesario y basta una idea más vaga o intuitiva para tomar partido. Si opinas que sí es de utilidad en este caso, ¿te parece algo similar sería igualmente útil en otros casos (conceptos o resultados científicos) que conllevan controversias públicas y, sobre todo, que demandan tomar alguna decisión por parte de las administraciones públicas?

 

Sí, el texto de Sober me ha ayudado bastante a comprender varias nociones genéticas y a formarme un criterio más fundado. Me parece interesante que no se quede solo en describir la función de los genes y la relación entre genotipo, fenotipo y entorno, sino que dé un paso más para establecer distinciones conceptuales entre pares de términos que intuitivamente usamos como sinónimos —«genético» y «biológico» o «hereditario» y «genético»— y explicar claramente las implicaciones de esas diferencias. Conocer estas bases resulta fundamental para interpretar un avance científico y no hacer inferencias erróneas.

En el caso de la diferencia entre «genético» y «biológico», me ha resultado muy clarificador el ejemplo sobre el trabajo de LeVay: el hecho de que su estudio revelara diferencias biológicas en el cerebro de personas de distinta orientación sexual no quiere decir que esa diferencia sea genética. Es decir, si no entendemos bien los conceptos básicos, podemos sacar conclusiones erróneas.

Asimismo, es pertinente la distinción entre «hereditario» y «genético». Los genes son un mecanismo de la herencia, pero no el único. Los padres también legan a sus hijos el entorno en el que viven o su dinero. Sabemos que el fenotipo es una expresión del genotipo en la que media el entorno, así que esos otros mecanismos de la herencia también desempeñan su función. Obviar esta pluralidad nos llevaría de nuevo a hacer inferencias equivocadas o parciales.

El texto recurre a varias preguntas sobre la contribución de los genes a los rasgos fenotípicos para establecer varios principios relacionados con la causalidad genética, como que un gen puede contribuir a un rasgo sin que su presencia signifique una condición necesaria o suficiente para que se manifieste dicho rasgo. Además, esas cuestiones también abordan problemas de procedimiento y señalan que no es posible sacar conclusiones veraces a través de métodos de análisis que no son adecuados al objeto de estudio, como en el caso del uso de análisis de varianza para intentar atribuir un origen genético a las diferencias de coeficiente intelectual entre grupos raciales.

El repaso de todas estas cuestiones es útil para saber realmente de qué estamos hablando y qué supone, lo que es de gran ayuda para tener una idea más fundada de un tema. No cabe duda de que es habitual tener opiniones o incluso tomar partido en materia de avances biomédicos sin conocer el trasfondo científico de esos estudios ni haber reflexionado sobre su significado, aunque a esa postura le va a faltar la base conceptual y se va a derivar de consideraciones de otra naturaleza. Yo misma tenía una idea muy clara de rechazo frontal al determinismo genético basada, no en que no existan pruebas científicas que lo respalden, sino en planteamientos éticos. Ese determinismo se ha usado a lo largo de la historia para justificar todo tipo de abominaciones, desde la esclavitud a la supremacía de la raza aria pasando por la discriminación de la mujer o de ciertas clases sociales debido a su supuesta inferioridad natural, y se ha abordado desde múltiples campos, como la literatura naturalista del siglo XIX, con toda su carga de crítica social. Con esos mimbres, no es difícil oponerse a la idea visceralmente. Sin embargo, el texto de Sober me ha dado bastante que pensar hasta llegar a la conclusión de que es esencial ir primero a la base, entender el fundamento científico, pero también los conceptos y sus implicaciones, antes de examinar el plano ético u otros aspectos.

Creo que sí sería de utilidad usar este planteamiento en otras cuestiones que puedan suscitar controversia como, por ejemplo, la inteligencia artificial. De lo contrario, cabe la posibilidad de que interpretemos erróneamente lo que supone la tecnología y asumamos una postura concreta por una simple malinterpretación. O que estemos debatiendo sobre posibles consecuencias inexistentes o inviables y obviando otras implicaciones relevantes.

 

 

viernes, 20 de noviembre de 2020

Epistemología y cultura científica. Tarea 2.

 

Describe y razona brevemente en una (o dos) página(s) tu disposición inicial (digamos que no elaborada, inconsciente, a bote pronto) acerca de la ciencia: favorable / confiada / admirativa / alguna de estas, pero con matizaciones / desfavorable / desconfiada / desencantada / alguna de estas, pero con matizaciones / ninguna de ellas como tal / una mezcla / otra disposición diferente / depende de qué ciencia.


Las primeras palabras que me vienen a la cabeza si pienso en la ciencia son fascinación, curiosidad, confianza y respeto, aunque también pensamiento crítico y duda.

Admiración y curiosidad porque me fascina la capacidad de la ciencia para describir el mundo, y al decir esto es probable que esté identificando la ciencia exclusivamente con las ciencias naturales. Mi trayectoria académica es puramente humanística y trato de completar mi formación para comprender los principios físicos o químicos que se me escapan, saber cómo funcionan las cosas y llegar a entender al menos los aspectos básicos de los avances que la prensa nos presenta a diario para poder formarme un criterio propio. Además, el proceso de aprendizaje es muy divertido.

La ciencia como método me inspira confianza y respeto. La idea que tengo a priori del método científico como un sistema que incluye la revisión y comprobación constantes se me antoja la forma más fiable de conocimiento que tenemos, aunque sea perfectible. Y traslado esa misma confianza a las instituciones científicas: sin duda aceptaré las recomendaciones del personal sanitario que me atienda en un centro médico y desecharé los argumentos de alguien que pretenda venderme una pócima que todo lo cura.

A pesar de esta disposición inicial favorable, entiendo que la ciencia, como cualquier otra actividad humana, está sujeta a sesgos. Y aquí es donde entra en juego esa inclinación a cuestionarlo todo que intuyo que propugna el método científico y surgen las dudas. La ciencia no es un hecho aislado, es una actividad enmarcada en una sociedad con un sistema político y económico, con una visión del mundo y unos intereses que no son estáticos. Me gustaría pensar que el adjetivo «científico» es sinónimo de «objetivo», pero no sé si eso es así, ni siquiera si es posible que lo sea. ¿Por qué se investigan unos temas y no otros? ¿El mundo científico es tan diverso como la sociedad y refleja realmente los intereses de esa sociedad o solo de parte de ella? ¿Los procesos de la investigación científica son tan buenos como podrían ser o son los que permite el contexto en el que se enmarcan?

Por todo ello me gustaría entender mejor qué es la ciencia y cómo funciona el mundo, porque considero que para tener criterio y tomar decisiones es fundamental el conocimiento, el qué y el cómo. Aunque luego se sumen otras muchas consideraciones sobre el porqué, el para qué o las posibles alternativas.


Del neuroderecho y otras neurohierbas

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