Os propongo que echéis un vistazo a la sección dedicada a artículos de historia de la ciencia en la Cátedra de Cultura Científica y que analicéis las entradas (no hace falta una lectura intensiva ni exhaustiva) bajo los siguientes prismas: ¿Qué tipo de historia ofrecen estas entradas? ¿Qué tipo de fuentes históricas utilizan para sus trabajos? ¿Qué imagen dan de la ciencia?
Buena parte de
las entradas, 18 de las 31 totales, llevan en el título el nombre de algún
científico, todos hombres, y abordan la contribución de cada uno de ellos a su
disciplina. En general, estos textos se alejan de la idea de la historia de la
ciencia como algo anónimo y de la mitificación de los grandes nombres de la
ciencia. Por ejemplo, la serie sobre las cartas de Darwin de Javier Peláez se
adentra en las cuestiones más personales del naturalista y del viaje en el
Beagle, desde su relación con su familia o con el capitán FitzRoy a los
continuos mareos y otras dificultades que sufrió durante toda la travesía.
También sitúan
las aportaciones de estos científicos en su contexto histórico y social, con
sus luces y sus sombras, y hacen referencia a la acogida que el resto de
pensadores de su época brindó a sus ideas. En esta línea se enmarcan varios
artículos de César Tomé, como los dedicados a van Helmont, Agricola, Biringuccio,
le Bon o Livabius, que pertenecen a una serie más larga llamada «Alquimia». Tomé
señala las innovaciones de estos pensadores, sus aportaciones al método
científico, la química o la metalurgia, pero también contextualiza su obra en
un entorno social y filosófico, con la presencia de la Inquisición y diversas tendencias
religiosas, además de señalar la convivencia de ideas novedosas con otras ya superadas, como la transmutación, en una suerte de esquizofrenia intelectual que sugiere que el avance científico no es lineal.
Cabe destacar el caso de la entrada sobre Bémont, que pretende desmitificar la
idea de que el matrimonio Curie trabajó en solitario e incide en la importancia
de la colaboración científica. Además, revela que Pierre y Marie Curie
anunciaron el descubrimiento del polonio antes incluso de aislarlo, ya que en
aquel momento la primicia de los nuevos hallazgos se dirimía en cuestión de
meses o semanas.
La competencia científica
y la importancia de las instituciones también encuentran su sitio en textos
como los del Museo Laboratorium, que reseñan la historia del descubrimiento del
wolframio (como lo denominaron los hermanos Elhuyar en Bergara) o tungsteno (en
su versión sueca). Esta historia incluye a espías que pretendían copiar las técnicas
escocesas para fabricar cañones, el mecenazgo del Gobierno español de la época
para crear cátedras de investigación y viajes por las universidades y centro
científicos de Europa en busca de las mejores ideas.
Las reticencias
de la comunidad científica para aceptar novedades se ejemplifican en artículos
como el de Angulo sobre el descubrimiento de Laveran del protozoo causante de
la malaria.
Si pasamos a los
13 artículos de la sección que no se centran en científicos concretos, podemos
ver una mayor diversidad temática y de fuentes históricas, que hasta este punto
se centraban en documentos históricos, libros, artículos o cartas de los protagonistas
de las historias y sus coetáneos. Obras de arte, novelas, antiguos pergaminos o
restos arqueológicos ayudan a trazar historias científicas y tecnológicas, como
la de la industria ballenera vasca, la del palimpsesto con la obra matemática
perdida de Arquímedes o la de la presencia de nubes y moluscos en cuadros de diferentes
épocas. En este capítulo encontramos varias reflexiones de Tomé sobre la
historia de la ciencia y la evolución del concepto de ciencia en distintas
épocas, textos que relacionan la malaria con la historia bélica y el significado de
esta enfermedad para distintos países en función de su estatus como zona
endémica o potencia colonial o un artículo que repasa las ideas científicas y
pseudocientíficas de Poe, que no dejan de ser un reflejo de la época en que
vivió. Además, aparecen pinceladas distintas con anécdotas científicas, como la
de Armentia referida al color rosa y su significado en varios momentos de la
historia.
En resumen, la
sección presenta una imagen de la ciencia en constante evolución, con avances y
contradicciones, aciertos e hipótesis fallidas, competencia entre científicos, hallazgos motivados por las
necesidades de la industria o controversias y rechazos a teorías nuevas y
antiguas. Todo ello, enmarcado en una época y un contexto social, con una
relativa variedad de enfoques, en la que quizás se echa de menos la presencia
de alguna disciplina y de más mujeres.
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