Los criterios de demarcación de las ciencias y las pseudociencias
Uno de los
campos de trabajo de la filosofía de la ciencia es la búsqueda de una
definición precisa de ciencia que permita distinguir aquellas formas de
conocimiento científicas de las que no lo son. Entre los enfoques clásicos para
delimitar las fronteras de la ciencia suelen citarse el verificacionismo del
positivismo lógico o el falsacionismo de Popper.
Para la
corriente positivista, la ciencia se distingue por la capacidad para verificar
sus teorías a partir de la observación. Popper rechaza este empirismo basado en
la inducción y opta por una visión racionalista centrada en la refutación.
Según este planteamiento, una teoría científica parte del conocimiento previo,
aporta hipótesis para explicar un fenómeno, indica qué comportamientos son
incompatibles con esas hipótesis y hace predicciones arriesgadas sobre los
hechos que, de producirse y observarse, permitirían corroborar la teoría. Es
decir, ofrece la posibilidad de refutación: el conocimiento científico ha ser
falsable, está siempre sujeto a crítica y se acepta como válido mientras haya
pruebas que lo corroboren y no se encuentren otras que lo refuten. Si no se
cumplen estos criterios, estamos ante una pseudociencia.
Sin embargo,
estos enfoques son demasiado rígidos. Por un lado, parten de una noción de
ciencia que se restringe a las ciencias naturales y excluye otras disciplinas
incluidas en las ciencias sociales. Por otro lado, establecen una dicotomía
entre ciencia y pseudociencia, sin margen para otras formas de conocimiento no
científico y olvidando fenómenos como la anticiencia. En un ámbito como el
sanitario pueden confluir disciplinas no científicas (como la política o la
ética), científicas (bioquímica o sociología), pseudocientíficas (homeopatía) y
anticientíficas (movimiento antivacunas).
Hansson aporta
una aproximación más flexible de la ciencia y de la pseudociencia que permite
conciliar estas facetas. Para él, la ciencia, entendida en sentido amplio, es
aquella actividad que proporciona la información más fiable posible sobre los
temas que cubren las diversas disciplinas del conocimiento. El saber no
científico es el que quedaría fuera de estos campos, como el derecho o la
literatura, y la anticiencia se referiría a aquellas doctrinas que niegan los
hechos y atacan la validez de la ciencia. Por último, la pseudociencia debería
cumplir tres criterios: ocuparse de uno de los ámbitos de la ciencia, carecer
de fiabilidad y formar parte de una doctrina que intenta dar la impresión de
representar el conocimiento más fiable.
Esta demarcación entre distintos saberes reviste una gran importancia. Le otorgamos un alto valor a la ciencia porque nos ofrece las máximas garantías posibles en materia de conocimiento, intentamos basarnos en ella para tomar decisiones bien fundamentadas y, como sociedad, deseamos que se potencie la investigación científica para saber más y mejor. De ahí que sea necesario separarla de la pseudociencia, de aquello que se hace pasar por lo que no es, y también protegerla frente a la anticiencia. Además, para completar la panorámica y tomar decisiones que realmente tengan en cuenta todos los aspectos, se impone la inclusión del saber no científico, como exponen Pérez Iglesias y Sevilla Moróder en sendos artículos sobre las decisiones políticas durante la pandemia.
Referencias
Diéguez Lucena, A. (2020) «¿Qué es la ciencia?». Filosofía de la ciencia. Ciencia, racionalidad y realidad. Universidad de Málaga: Málaga, pp. 109-154
Hansson, S. O. (2013) «Defining pseudoscience and science»,
en Pigliucci, M. y Boudry, M. (eds.) Philosophy of
Pseudoscience. Reconsidering the demarcation problem. Chicago: Chicago
University Press, pp. 61-77
Pérez
Iglesias, J. I. (2020)
«Covid-19: del conocimiento científico a la decisión política». Conjeturas
Popper, K. «La ciencia: conjeturas
y refutaciones»
Sevilla
Moróder, J. (2020). «Toma de decisiones y pandemias: conforme agregamos conocimiento, perdemos certeza». The Conversation.