viernes, 14 de enero de 2022

La risa va por barrios y la despoblación, por sexos

Últimamente nos hemos acostumbrado a oír hablar de despoblación y de propuestas, más o menos acertadas, para paliarla.  Pero en la multitud de análisis publicados sobre el estado de la cuestión, sus causas o sus consecuencias, no siempre se tiene en cuenta un factor que, en realidad, puede ser clave: el género. Si analizamos los datos del INE, descubrimos que cuanto menor es la población de un municipio, mayor es la proporción de hombres que viven en él. O, dicho de otro modo, a medida que aumenta la población de una localidad, aumenta el porcentaje de mujeres. Por ejemplo, en Soria, la provincia más despoblada de España, vemos que los pueblos de menos de 100 habitantes tienen poco más de un 40 % de mujeres, mientras que, en la única localidad de la provincia de más de 10 000 habitantes, la capital, el porcentaje casi alcanza el 53 %.


Gráfico de elaboración propia a partir de los datos del padrón municipal continuo del INE del 1 de enero de 2020 (el último publicado con datos desagregados por sexos). Fuente


Este patrón no es casual y se repite a escala nacional.

Gráfico de elaboración propia a partir de los datos del padrón municipal continuo del INE del 1 de enero de 2020 (el último publicado con datos desagregados por sexos). Fuente

A la clásica estampa del mundo rural despoblado y envejecido, habría que sumarle el calificativo de masculinizado. Las explicaciones tradicionales a este fenómeno se retrotraen a las décadas de los sesenta y los setenta, cuando se produjo el éxodo masivo del campo a la ciudad, que fue más acentuado entre las mujeres debido a que las opciones laborales vinculadas a la agricultura y la ganadería quedaban en manos de los varones, normalmente en el hijo mayor de la familia, que se hacía cargo de la explotación familiar.

Han pasado décadas y es obvio que los territorios rurales de ahora no son los de antaño. Va siendo hora de dejar atrás las ideas preconcebidas y las imágenes del pueblo como un entorno exclusivamente agrícola y ganadero; hay muchísima más diversidad, más complejidad. Y, sin embargo, las mujeres se siguen marchando más. Según los datos del padrón municipal del INE de 1996 (el primero de la serie disponible con datos por sexos), en los pueblos de la provincia de Soria de menos de 100 habitantes había un 47 % de mujeres frente al 40 % actual; en los que tienen entre 101 y 500 habitantes, era del 48 % frente al 44 % de ahora. Es decir, la tendencia no solo no se ha revertido, sino que se acentúa. Parece que el nuevo éxodo rural es de mujeres.

Los motivos son los mismos, pero también son otros, como la mayor proporción de mujeres con estudios superiores que buscan alternativas profesionales, alternativas que quizás podrían encontrar desde sus pueblos con la tecnología o las comunicaciones adecuadas. O la ausencia de servicios públicos que contribuyan a los cuidados, como guarderías, centros de salud o centros de mayores, que invita a irse para no perpetuar antiguos roles de género. Si realmente queremos revertir la despoblación, estaría bien repasar los números y buscar las causas reales, en lugar de recurrir a manidos clichés sobre la caza, la ganadería intensiva o el mantenimiento de las tradiciones para fomentar un turismo folclórico de fin de semana.


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