En la novela Del revés, Verne nos presenta una nueva aventura del Gun Club. Esta vez, los aguerridos protagonistas de De la Tierra a la Luna deciden montar una empresa y con la ayuda de una millonaria de Baltimore compran las tierras inexploradas del Ártico para explotar su hulla. ¿Y cómo piensan conseguir tal hazaña en suelo permanentemente helado? Nada más y nada menos que cambiando el eje de la Tierra para que el Sol les ayude a derretir el hielo.
El pasado diciembre, la
periodista Isabel Troytiño hizo uno de esos clásicos repasos a lo más destacado
del año, en este caso en el campo de la astronomía, en un artículo que tituló «Despegue
acelerado del turismo y las misiones espaciales». Aunque
seguramente el hito más importante de 2021 sea el lanzamiento del telescopio
más potente
de la historia (no exento de polémica por el nombre
elegido), pocos meses antes otro hecho había acaparado todas las
portadas: el primer vuelo espacial tripulado por turistas, no por astronautas. El sector privado, abanderado por los billonarios
Musk, Bezos y Branson, se ha lanzado a conquistar el espacio con proyectos de
turismo para los más pudientes y todo tipo de servicios por satélite, desde
internet a sistemas de navegación. Estas iniciativas están provocando ya
problemas en forma de basura espacial que genera contaminación lumínica, dificulta las observaciones
astronómicas y ha llegado a interferir con la actividad de la Estación Espacial
Internacional. SpaceX
tiene incluso un programa para llegar a Marte y fundar colonias allí.
Ante este panorama, una se
pregunta si no hay ninguna legislación que regule todo esto: ¿cualquier que
tenga suficiente dinero puede mandar al espacio lo que le apetezca o a quien le
apetezca? ¿Y los criterios científicos, la cooperación internacional y la búsqueda de conocimientos al servicio de la humanidad? ¿Acaso vivimos en una novela de Verne? En realidad, sí que existe un marco
normativo, del que se ocupa la Oficina de Asuntos del Espacio Ultraterrestre de las Naciones Unidas, que ha promovido
ya cinco tratados internacionales y cinco conjuntos de principios rectores.
Además, la Asamblea General de
las Naciones Unidas ha aprobado varias resoluciones sobre este tema, la última de ellas en 2013. En ella, reconoce que «en vista de la creciente participación de
entidades no gubernamentales en las actividades espaciales, es preciso adoptar
medidas adecuadas a nivel nacional, en particular en lo que respecta a la
autorización y supervisión de las actividades espaciales no gubernamentales» y
hace una serie de recomendaciones sobre la legislación nacional relativa a la
exploración y utilización del espacio ultraterrestre con fines pacíficos.
Parece que normas, como las meigas, haberlas haylas.
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