Una de las cosas
buenas de vivir en un pueblo minúsculo de una región poco poblada es que se ven
las estrellas. No hace falta coger el coche para salir del núcleo urbano ni
buscar una buena zona de observación en un área alta y apartada, basta con abrir
la puerta de casa, mirar arriba y ahí están. Carezco de conocimientos
fotográficos para sacar una buena foto del cielo nocturno, así que para empezar
esta entrada recurriré a la pintura, a la Noche estrellada de Vincent
Van Gogh, que además es un ejemplo perfecto para ilustrar la fascinación de la
humanidad por el cielo y la relación entre arte y astronomía, que tan bien
explica Paco Bellido en esta charla organizada en el
Museo del Prado (la referencia a Van Gogh empieza en el minuto 1:06:06).
¿Y por qué el cielo nocturno de
las ciudades es tan anodino? Esta otra foto de
Paco Bellido, titulada Apaga las farolas para encender las estrellas,
nos ofrece la respuesta en forma de metáfora visual: la culpable es la
contaminación lumínica, que, según el glosario 100 conceptos básicos de astronomía editado por la Sociedad Española de
Astronomía, es «la emisión de flujo luminoso procedente de fuentes artificiales
nocturnas con intensidades, direcciones, rangos espectrales (colores) u
horarios innecesarios para las actividades que se planea desarrollar en la zona
iluminada».
La intuición y la experiencia nos dicen
que cuando estamos en un entorno muy iluminado, lleno de farolas y luces, ese
brillo nos «tapa» la estrellas y nos impide verlas, pero ¿en qué consiste el mecanismo
físico de este fenómeno? La luz emitida por fuentes artificiales se refleja y
dispersa por la atmósfera, creando un fondo luminoso brillante que impide ver
el brillo procedente de las estrellas por falta de contraste.
Ciudad de México de noche. Autor: Fernando Tomás [CC BY 2.0] |
David Galadí explica a la perfección los
fenómenos de esparcimiento de la luz en este artículo de la
revista Física y Sociedad del Colegio Oficial de Físicos. La luz, como
cualquier onda electromagnética se caracteriza por su longitud, amplitud y
velocidad. La luz visible por el ojo humano se corresponde a longitudes de onda
de entre 400 y 700 nm. Las moléculas de oxígeno y nitrógeno de la atmósfera
tienen unas 200 milésimas de nanómetro, es decir, son mucho más pequeñas que la
longitud de onda de la luz visible. Y cuando la luz interacciona con moléculas
más pequeñas se produce el efecto de esparcimiento de Rayleigh: la luce
incidente rebota en todas las direcciones. Este fenómeno, sumado al efecto Mie,
que provoca la reemisión de la luz al chocar con partículas de tamaño semejante
a la longitud de onda, como polvo en suspensión y aerosoles, crea ese halo
luminoso que nos impide ver las estrellas.
Es importante destacar que el
esparcimiento de Rayleigh es más intenso cuanto menor sea la longitud de onda
o, lo que es lo mismo, el esparcimiento es mucho mayor en el caso de la luz
azul que en el de la luz roja.
Espectro electromagnético. Autor: Horst Frank [CC BY 3.0] |
Este
hecho, que es el responsable de que veamos el cielo azul, también es la base
de la recomendación de usar lámparas de colores cálido en lugar de LED blancos
para atenuar la contaminación lumínica. Entre las recomendaciones recogidas en
la Guía práctica de iluminación de exteriores de la IACT/OTPC también se cuentan
otras como orientar correctamente la luz o usar luminarias adecuadas que impidan
la emisión de luz hacia arriba.
El catálogo de la exposición El lado oscuro de la luz producida por el Museo de la Ciencia y el
Agua de Murcia repasa varios de los efectos nocivos de la contaminación
lumínica, que van desde alteraciones en la salud humana o interferencias
negativas en el ciclo vital de animales y plantas al aumento del gasto
energético o la imposibilidad de contemplar las estrellas. Esto último, que
podría parecer trivial, no lo es en absoluto: no olvidemos que la astronomía es
una de las ramas más antiguas de la física y que ha impulsado grandes avances
científicos, como demuestra la obra de figuras de la talla de Galileo,
Copérnico, Newton o Hubble. Además, la contemplación del cielo nocturno forma
parte del patrimonio cultural de la humanidad, como subraya la Declaración sobre la defensa del cielo nocturno y el derecho a la luz de las estrellas.
Para sacar fotos a la luna sí que me llega la cámara |
Es un tema importante el de la contaminación lumínica. Lo has tratado bien, y con muchas y oportunas referencias
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