martes, 4 de enero de 2022

Todo es cuestión de perspectiva (o de escala)

 

Las traductoras sabemos cosas curiosas, datos de lo más dispares que nos vamos encontrando por el camino. Por ejemplo, hace unos años, mientras traducía textos publicitarios para un perfume inspirado en la familia real monegasca, descubrí que la superficie de Mónaco es de solo 2 km2. Sí, sabía que era pequeño, pero no me imaginaba que tanto. En el pueblo en el que vivo, que tiene unos 9 km2, ¡caben cuatro Mónacos y medio! Y si allí viven unas 38 000 personas —al menos esa es la cifra de población oficial, la población residente será distinta por aquello de las ventajas fiscales—, aquí somos 60 almas las que nos repartimos el término municipal. No sé si esto es la España vacía o es que allí viven con muchas apreturas… Volví a acordarme del Principado durante la desescalada de 2020, cuando todo el mundo aprendió a dibujar círculos en Google Maps porque ya podíamos salir a pasear hasta una distancia de 1 km del domicilio, siempre y cuando quedara dentro del municipio. Pensé en lo mal que lo tendrían en Mónaco si estuvieran en el mismo caso, todo el día de atrás adelante para no meterse en Francia ni caerse al mar.

Vista panorámica de Monte Carlo. No cabe ni un alfiler. Fuente

La verdad es que nos cuesta mucho entender lo grandes o pequeñas que son las cosas si no las comparamos con algo conocido, por eso vamos por ahí midiendo el mundo en campos de fútbol. Y eso si hablamos de distancias familiares expresadas en milímetros, metros o kilómetros, cuando pasamos a otras unidades más alejadas de la escala humana, la cosa se complica. Un nanómetro son 10-9 metros; nos dicen que sería como dividir el grosor de un pelo en 50 000 partes, pero ¿cómo visualizar algo tan ínfimo? En el otro extremo, ¿cómo concebir el tamaño del universo visible si ahí el orden de magnitud es de 1027? No podemos ni aspirar a ser el nanómetro del universo; ni siquiera su yoctómetro (10-24, el diámetro de un neutrino). Pero vamos a intentar comprenderlo un poco mejor.

El divertido juego de las escalas del universo de Cary Huang, traducido por Carlos Muñoz. Fuente

La distancia de la Tierra al Sol es de unos 150 millones de kilómetros, es decir, 1,5 x 10km. Es un número tan grande que no resulta práctico expresarlo así, por eso tiene una unidad propia en el SI: la unidad astronómica. Pues bien, imaginemos que una unidad astronómica equivale a 1 km, aquel que podíamos alejarnos del domicilio durante el desconfinamiento, y juguemos con esa escala. Ya que estamos imaginando, supongamos que los planetas describen órbitas circulares, convirtamos el Sol en nuestra casa y situémoslo en Fuentecantos, en el ayuntamiento, que parece lo más adecuado. Sabemos que, con ese límite de 1 km, podemos llegar paseando hasta la Tierra. ¿Y si nos bastara con quedarnos en Mercurio? Nos sobraría con 400 m y apenas saldríamos del casco urbano. ¿Cuánto necesitaríamos para acercarnos a Júpiter? En ese caso, la normativa debería ser más laxa y darnos un rango de 5 km, con lo que saldríamos del municipio y, de paso, visitaríamos el yacimiento de Numancia. ¿Y si queremos saludar al pobre Plutón? Ahí nos vamos ya a los 40 km: podemos recorrer la ruta de las icnitas, descansar en alguno de los despoblados de Tierras Altas, saltar la sierra y llegar a La Rioja.

Resultado de nuestro juego de paseos pandémicos a escala planetaria en ScaleMaps

Pongamos que nos apetece salir del Sistema Solar y llegar a la estrella más cercana, Próxima Centauri. A escala interestelar, las unidades astronómicas se quedan cortas y tenemos que recurrir a los años luz. Dado que un año luz equivale a 63 241 unidades astronómicas y que Próxima Centauri está a 4 años luz del Sol, nos salen la friolera de 38 billones de kilómetros (3,8 x 1013). Aquí ya tendríamos que decretar el fin de la pandemia, acabar con las restricciones sanitarias, acumular una buena fortuna para legar a sucesivas generaciones de nuestra descendencia y encomendarles a ellas la tarea, confiando en que en los próximos siglos se encuentre un método de transporte más rápido que el avión para poder agilizar el asunto: en esa misma escala en la que Mercurio está a solo 400 metros del Sol, tendríamos que dar 950 millones de vueltas a la Tierra para poder llegar a Próxima Centauri. Mejor no hacemos las cuentas para intentar alcanzar el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, que está a unos 27 000 años luz, mil años luz arriba, mil años luz abajo.

 

Ilustración de Alphons de Neuvill y Léon Benett en la edición francesa original de La vuelta al mundo en 80 días. Al ritmo de Phileas Fogg, harían falta 208 millones de años para dar esas 950 millones de vueltas a la Tierra. Más o menos, desde el comienzo del Jurásico hasta hoy. Fuente

El Sol no es más que una de los alrededor de 300 000 millones de estrellas que puede tener la Vía Láctea y esta es solo una de los cientos de miles de millones de galaxias que podría haber en el universo, cuyas dimensiones no se miden ya en años luz, sino en yottametros (1024) o incluso en gigapársecs (1027). Vista esa inmensidad y los planetas habitados que conocemos, ¿sigue pareciéndonos poca cosa la densidad de población de 6 hab/km2 de Fuentecantos? Quizás deberíamos dejar de hablar de territorios vacíos o vaciados y empezar a hablar de territorios espaciosos, como en los textos que publicitan las habitaciones de los hoteles de lujo de Mónaco. Además, también tenemos mejores vistas a las estrellas.

 

 

 

 

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