Las bebidas energéticas
Las bebidas energéticas están experimentando un auge extraordinario durante los últimos años. Según un informe del Comité Científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición publicado en mayo de 2021, las últimas encuestas hechas por la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) a escala comunitaria revelan una prevalencia de consumo de este tipo de bebidas entre los adolescentes españoles del 62 % (68 % en la Unión Europea). Este aumento del consumo se ve impulsado por las múltiples propiedades que se les atribuyen, como su supuesta capacidad para mejorar el rendimiento físico o intelectual, que se traducen en todo tipo de usos, ya sea como ayuda para estudiar, mantenerse despierto, hacer deporte o, combinadas con alcohol, salir de fiesta.
Pero, ¿los atractivos ingredientes que publicitan los fabricantes en su composición —como la taurina, el ginseng o la carnitina— tienen realmente algún efecto positivo en la salud? La EFSA ha dejado claro que no existe ninguna prueba de tales beneficios. ¿Y qué más contienen estas bebidas? Un puñado de vitaminas que resultan innecesarias en nuestro contexto geográfica, en el que la población no presenta déficits de vitaminas, y una cantidad desorbitada de azúcar y cafeína.
Tienen mucho azúcar, como todos los refrescos, ¿no?
Aunque
a primera vista podría parecer que las bebidas denominadas energéticas no son
más que simples refrescos, su contenido de azúcar es bastante superior (lo que
ya es mucho decir, dada la elevada cantidad de azúcar que tienen los
refrescos). Comparemos los datos de distintas marcas de bebidas energéticas y
refrescos, tomando como referencia la lata completa, no la concentración, ya
que a pesar de que el volumen sea distinto, lo normal es consumir una lata en
su totalidad. Y recordemos, a modo de referencia, que la OMS establece que no
deben excederse los 50 g de azúcar diarios, siendo preferible que el
consumo no supere los 25 g.
El
ranking del azúcar en las bebidas energéticas quedaría así: una lata de Burn (500 ml)
tiene 75 g de azúcar; la de Monster (553 ml), 60,8 g; la de Red
Bull (355 ml), 39 g.
En
cuanto a los refrescos (todos ellos en formato de 330 ml, a excepción de
la tónica, que se presenta en una lata de 250 ml), encabeza la lista la
lata de Seven-Up con 36 g, seguida de la Coca-Cola con 35 g, la Fanta
de naranja con 28 g, el Nestea de limón con 25 g y la tónica con
21 g. Vemos que el hecho de que las bebidas energéticas se comercialicen
por lo general en formatos más grandes, con volúmenes que rondan el medio
litro, hace que su contenido de azúcar no sea solo algo superior al de los
refrescos, como se deduciría por su concentración, sino que lo doble holgadamente.
Y a pesar de esas diferencias de volumen, se consumen al mismo ritmo: me tomo
un Monster o una Fanta.
¿Y
qué pasa con la cafeína?
El
otro ingrediente estrella de las bebidas energéticas es la cafeína. El Reglamento
(UE) n.º 1169/2011 obliga a incluir el siguiente aviso en
las bebidas (a excepción de las fabricadas a base de café o té) cuyo contenido
de cafeína supere los 150 mg/l: «Contenido elevado de cafeína: No
recomendado para niños ni mujeres embarazadas o en período de lactancia», que
debe ir seguido del contenido de cafeína expresado en mg por 100 ml.
Las tres bebidas energéticas analizadas incluyen ese aviso junto con la indicación 32 mg/100 ml. Si hacemos el cálculo, comprobamos que la lata de Monster tiene 177 mg de cafeína; la de Burn, 160 mg; y la de Red Bull, 114 mg.
Por lo que respecta a los refrescos, el único que menciona la cafeína es la Coca-Cola y lo hace mediante la indicación «aroma», por lo que hemos de suponer, según el Reglamento n.º 1169/2001, que su contenido de cafeína es inferior a 150 mg/l. Si damos por buena la información publicada en el sitio web de Coca-Cola España, serían 100 mg/l, por lo que una lata normal de 330 ml tendría 33 mg.
Como señala el informe del Comité Científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, este cóctel de azúcar y cafeína, que en no pocos casos se combina con alcohol, puede suponer graves daños para la salud, por lo que urge regular su consumo y la publicidad de estos productos, que tiene una especial incidencia precisamente en los sectores más jóvenes de la población.
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