Riesgos, dilemas éticos, máquinas que se hacen pasar por humanos… en entradas anteriores hemos abordado varios aspectos de la inteligencia artificial, pero todavía no nos hemos planteado qué es, cómo funciona ni para qué se usa.
Podemos partir de una definición
genérica, como la que nos da el DRAE:
«Disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que
ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el
aprendizaje o el razonamiento lógico». A esta definición cabe añadirle una
distinción, la que se establece entre inteligencia artificial fuerte y débil, es decir, entre la IA que pretende reproducir
emociones humanas y que quizás identificamos en nuestro imaginario con escenarios
futuristas como el de los replicantes de Blade Runner, y la IA con la
que trabajamos en el presente en aplicaciones como la síntesis de voz o el
reconocimiento de imágenes, es decir, para resolver problemas concretos.
¿Y para qué tipo de problemas
usamos la IA? Para aquellos en los que no existe conocimiento sistemático que
permita plantear una solución analítica, bien porque hay que manejar una
cantidad ingente de información con datos cambiantes o imprecisos, bien porque
el coste del método analítico sería prohibitivo. Y para gestionar esta
complejidad, podemos usar técnicas de búsqueda en un espacio de estados
para intentar encontrar las rutas óptimas.
Uno de los grandes hitos mediáticos de la inteligencia artificial, la victoria de Deep Blue sobre Kasparov, se basa precisamente en un algoritmo de búsqueda, el A*, que es un algoritmo heurístico o informado. Los algoritmos informados usan una función de evaluación o función heurística para evaluar cada uno de los pasos de la búsqueda y determinar qué coste tiene cada movimiento con el fin de lograr una solución que puede no ser la mejor, pero sí lo suficientemente buena, además de eficiente. El algoritmo A* tiene múltiples aplicaciones en el día a día, como la planificación de rutas para sistemas de transporte o la optimización de la toma de decisiones en sistema de inteligencia artificial.
Método de búsqueda de un algoritmo A*. Fuente |
Sin embargo, el algoritmo A* también tiene limitaciones. Una de las más importantes es que en escenarios de búsqueda muy amplios con muchas rutas posibles el coste de computación se multiplica, lo que se traduce en un altísimo consumo de recursos y memoria. Tampoco funciona bien cuando en el espacio aparecen estructuras irregulares, impredecibles o dinámicas, si no se conoce el diseño completo del espacio, ni cuando la función heurística presenta fallos de diseño.
Los sistemas actuales de IA no
usan únicamente algoritmos de búsqueda informados; también se utilizan, por
ejemplo, algoritmos bioinspirados como el de la colonia de hormigas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario