Comparar y
(si es el caso) contrastar brevemente las caracterizaciones de la tercera
cultura que introducen respectivamente Snow y Brockman.
En 1959, Snow dictó su famosa conferencia The Two Cultures, en la que denunciaba el abismo que se había abierto entre las dos culturas, la de los científicos y la de los intelectuales tradicionales, que él identificaba con los literatos. En su crítica, Snow describía un mundo académico escindido en dos frentes incomunicados, que incluso se despreciaban mutuamente, lamentaba las consecuencias para la sociedad de ese divorcio radical y abogaba por una tercera cultura que tendiera puentes entre ambas, por el bien de la humanidad, que debía llegar a través del progreso científico.
En 1963, Snow
publicó una revisión de aquellas ideas a través del libro The Two Cultures:
A Second Look. En él, matizó algunas de sus posiciones iniciales, reconoció
la excesiva caricaturización que había hecho de los dos bandos, así como el
anglocentrismo de su crítica original, y señaló la aparición de una incipiente
tercera cultura, que está llamada a ser un puente de comunicación entre ambos
mundos.
Ese germen de la
tercera cultura estaba formado por un cuerpo de intelectuales de diversas
disciplinas «que están interesados por el modo en que los seres humanos viven o
han vivido, y están interesados no en términos de mito, sino de realidad» (Snow,
1977, p. 81). Es decir, Snow no postulaba la preminencia de ninguna de las dos
culturas, sino que buscaba una tercera vía integradora que hablara
necesariamente el lenguaje de la ciencia, el de la realidad. Y lo defendía como
una necesidad ya que no entender la ciencia, en una época en la que esta tenía
una importancia extraordinaria para la vida de la gente, podía resultar
peligroso incluso en materia de decisiones políticas: no es posible decidir
con fundamento sobre algo que no se entiende. Además, para él, «la división de
nuestra cultura está haciéndonos más obtusos de lo que habríamos menester»
(Snow, 1977, p. 109); en cambio, la intersección de las dos culturas tendría el
potencial de mejorar el conocimiento científico gracias a la integración de
nuevas perspectivas, algo que solo podría lograrse a través de la educación.
En 1995, el
estadounidense John Brockman, editor especializado en libros de divulgación
científica, publicó otra obra en la que retomaba el término de ‘tercera cultura’
de Snow, aunque en un sentido distinto. Para él, «la tercera cultura reúne a
aquellos científicos y pensadores empíricos que, a través de su obra y su
producción literaria, están ocupando el
lugar
del intelectual clásico a la hora de poner de manifiesto el sentido más
profundo de nuestra vida, replanteándose quiénes y qué somos» (Brockman,
1996, p. 13).
Es decir, Brockman no busca una tercera vía que pueda combinar lo mejor de
ambos saberes, antes bien, concede un lugar preminente a la ciencia y convierte
al científico en la figura intelectual de referencia.
En el caso
de Brockman, el adjetivo ‘tercera’ que acompaña a ‘cultura’ parece limitarse a
añadir la capacidad de comunicación al mundo científico. Los integrantes de
esta tercera cultura serían científicos con vocación divulgadora que supieran
adaptar su lenguaje para llegar al público directamente, convirtiéndose así en
los nuevos intelectuales, ya que lo que de verdad importa y afecta a la gente
es la ciencia. A diferencia de Snow, lo que pretende es un relevo, no una
integración que pueda resultar beneficiosa para la sociedad.
Este fragmento del texto de Brockman queda muy lejos del espíritu de
acercamiento entre culturas de Snow y podría enmarcarse más bien en el contexto
de la guerra de las ciencias. De hecho, el texto está plagado de estereotipos y
caricaturas de humanistas que se jactan de su ignorancia científica; un enfoque
que más que cerrar la brecha entre ciencias y humanidades, la ahonda.
Referencias
- Brockman, J. (ed.) The Third Culture. Beyond the Scientific Revolution. New York: Simon & Schuster, 1995. Traducción al español de García, A. La tercera cultura. Más allá de la revolución científica. Barcelona: Tusquets, 1996
- Snow, C. P. The Two Cultures & A Second Look. Cambridge: Cambridge University Press, 1959. Traducción al español de Masó, S. Las dos culturas y un segundo enfoque. Madrid: Alianza, 1977.
Adenda. Una última reflexión al margen del objetivo del ejercicio. Este enfrentamiento entre las dos culturas que ha llegado hasta nuestros días en forma de la clásica dicotomía entre «ser de ciencias o de letras» parece un debate artificial si vamos a la base. En primer lugar, estamos oponiendo dos elementos que ni siquiera hemos definido. Por un lado, hablamos vagamente de literatos, intelectuales o humanistas a los que atribuimos unas características prototípicas que salen no se sabe muy bien de dónde. En el lado opuesto están los científicos, a veces identificados como científicos naturales, a quienes también atribuimos ciertos rasgos generalizados sin un fundamento que los sostenga. Damos incluso un salto más e identificamos esos grupos de personas que hemos creado con culturas.
También podemos ceñirnos a las disciplinas en sí. En este plano, si la característica diferenciadora de la ciencia como forma de conocimiento es su método, lo que determinará si una disciplina es científica o no será precisamente su método, no el objeto de estudio. ¿La ecología, la psicología, la sociología o la lingüística no son ciencias? ¿Solo son ciencias las matemáticas, la física o la química? Si estamos de acuerdo en el principio del método, ¿sobre qué estamos debatiendo? ¿Lo que estamos oponiendo es ciencia y arte?
Puede que ese no sea el debate. Quizás no haya dos culturas entre las que hay que escoger o buscar una tercera vía. Quizás haya solo una cultura que es tan compleja como el mundo que la genera, y lo que hay que buscar es la multidisciplinariedad para entender esa complejidad.
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