Identificar y caracterizar brevemente los principales modelos o enfoques sobre la cultura científica que se describen y analizan en el capítulo de la tesis de la doctora Lázaro.
El segundo
capítulo de la tesis «Cultura científica y participación ciudadana en política
socio-ambiental» de Marila Lázaro revisa distintos enfoques sobre la cultura
científica que podrían resumirse en cuatro bloques principales.
El primero de
ellos, surgido en los años ochenta, es el de la comprensión pública de la
ciencia (CPC) tradicional. Este modelo se basa en un concepto positivista
de la ciencia, entendida como una actividad objetiva y neutral que genera
conocimientos a través de métodos fiables consensuados. De este principio se
deriva el concepto de alfabetización, es decir, la acumulación de conocimientos
sobre los contenidos y métodos de la ciencia, incluidos unos conceptos mínimos
que deben saberse para entender temas de ciencia y tecnología, que se pueden
evaluar mediante encuestas con indicadores centrados en tres ámbitos: el
interés del público por la ciencia, sus conocimientos científicos y su actitud
hacia la ciencia. La realización de este tipo de encuestas ha desvelado un «déficit»
de conocimiento de la población. El modelo de la CPC vincula la alfabetización
científica con una actitud positiva hacia la ciencia y con otra serie de
valores deseables —como beneficios económicos a escala nacional (debido a la
disponibilidad de ciudadanos más competentes), beneficios personales y
democráticos (mejor situación individual para actuar y decidir) o beneficios
intelectuales (bienestar social y cultural)— y, en sentido inverso, equipara
las actitudes negativas hacia la ciencia con la ignorancia. Por tanto, propugna
la necesidad de acabar con ese déficit de conocimientos mediante estrategias de
divulgación y formación dirigidas desde las esferas científicas y
especializadas a la ciudadanía, que se considera receptora de conocimientos. En
este marco, se entiende la alfabetización científica como satisfacción de la
ignorancia individual.
El segundo, que
apareció en los años noventa como reacción al anterior, se conoce como CPC
crítica, constructivista, contextual o enfoque Ciencia, Tecnología y Sociedad
(CTS). Este modelo cuestiona el enfoque de la CPC por perpetuar la
dicotomía entre sabios y legos, asumir la neutralidad de la ciencia, entender
la ciencia como una visión privilegiada del mundo y defender que las controversias
sociales en materia científica se deben a un déficit de conocimientos. En lugar
de esta concepción, propone una ciencia entendida como proceso («saber cómo se
sabe») más que como acumulación de conocimientos («se sabe que»), que amplíe su
alcance para abarcar el contexto y los aspectos sociales, políticos y éticos de
la ciencia y la tecnología. En este ámbito no hablamos de alfabetización
científica, sino de cultura científica, que incluye contenidos cognitivos y
también metacientíficos, lo que extiende la necesidad de culturización a la
propia comunidad científica, que debe conocer los efectos de la ciencia en la
sociedad. Este planteamiento lleva a cuestionar el valor de los indicadores y
las encuestas clásicas de evaluación de la cultura científica de la población
tal y como están diseñadas. El modelo CTS también critica la afirmación de que las
actitudes hacia la ciencia dependan del nivel de conocimientos y postula que la
educación científica no debe ser unidireccional, como en el caso anterior, sino
un diálogo contextualizado de conocimientos.
En el tercer
bloque encontramos la CPC heterogénea, un acercamiento híbrido que
pretende integrar los dos anteriores. Este modelo acepta la crítica del enfoque
CTS a la asunción de que el déficit de conocimientos es sinónimo de actitud
negativa hacia la ciencia, pero defiende el valor de las mediciones de la
cultura científica, si bien requieren ciertas mejoras. Su base es un concepto
de ciencia que reivindica la importancia de los principales hechos científicos,
aunque reconociendo la importancia del contexto.
Por último,
tenemos el enfoque de la apropiación cultural de la ciencia. Este marco parte de un concepto de ciencia
entendida como una forma de producción de conocimientos cuyos resultados tienen
el potencial de transformar la sociedad, por lo que la ciudadanía ha de ser
partícipe de la ciencia, beneficiarse de ella, implicarse y poder tomar
decisiones. La evolución que nos había llevado de la alfabetización científica
a la cultura científica da un paso más para acuñar el término «cultura
científica significativa», es decir, para ser científicamente culto será
necesario sumar conocimientos cognitivos, metacientíficos (implicaciones
éticas, riesgos, etc.) y prácticos (uso y apropiación de la ciencia y la
tecnología). Este modelo también rechaza la equiparación del nivel de
conocimientos científicos con la actitud positiva o negativa hacia la ciencia y
cuestiona la instrucción científica como proceso lineal de divulgación. La
adquisición de cultura científica también puede darse en el ámbito de mecanismos
de participación ciudadana, que estimularán el deseo de apropiarse de la
ciencia, por lo que también hay que incluir indicadores sobre la apropiación
social de la ciencia en los estudios y encuestas de medición de la cultura
científica.
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