En la evolución del ser humano, lo biológico va de la mano de lo cultural. Hitos como la fabricación de herramientas, el dominio del fuego o el uso del lenguaje no habrían sido posibles sin la presencia de ciertos rasgos biológicos, pero tampoco sin algún tipo de demanda cultural que propiciara su aparición. Al mismo tiempo, la existencia de una cultura y una organización social potencian la selección de aquellas mutaciones biológicas que constituyen una ventaja en ese marco concreto, creando un círculo evolutivo virtuoso al que podríamos añadir un tercer factor: el entorno y la consiguiente necesidad de adaptación.
Si el Homo habilis pudo empezar
a construir herramientas, fue porque la acumulación de sucesivas mutaciones
genéticas le habían liberado de la obligación de apoyar las manos en el suelo
para andar, lo habían dotado de unas manos con una anatomía idónea para
manipular objetos y de un cerebro más grande con una mayor capacidad. Sin embargo,
esa habilidad no es más que uno de los engranajes de la compleja maquinaria de
la evolución, en la que los factores culturales y biológicos están interrelacionados.
La posibilidad de crear útiles y herramientas está vinculada con la existencia
de una estructura social en la que puedan transmitirse las técnicas necesarias
para su construcción y, en ese marco cultural, la existencia de un lenguaje que
facilite la comunicación de conocimientos constituye una clara ventaja
evolutiva… que no se habría producido sin una anatomía adecuada del apartado
fonador y de las áreas del cerebro asociadas al lenguaje.
Imagen ideal de la Edad de Piedra del pintor austriaco Hugo Darnaut (ca. 1885). Fuente |
Estos cambios culturales y biológicos se retroalimentan: si contamos con herramientas y fuego, podemos cambiar la alimentación; con una alimentación más rica, variada y calórica, el sistema digestivo requiere menos energía, que se puede destinar al desarrollo del cerebro; un cerebro más sofisticado permite desarrollar más habilidades y, también, una cultura en la que determinadas habilidades serán una ventaja.
Nuestros antepasados lograron defenderse
de animales mucho mayores que ellos y cazarlos porque se organizaron en grupos
sociales, empezaron a cultivar o domesticar especies gracias a los
conocimientos acumulados y transmitidos mediante un lenguaje, se adaptaron a
los cambios del entorno emigrando a zonas más propicias, llegaron a crear
culturas complejas, jerarquías o expresiones artísticas. Y todos esos pasos
fueron de la mano de cambios físicos, en la estructural corporal, en el
cerebro. Los unos no se entienden sin los otros.
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