Pensamiento y lenguaje
Decimos que el ser humano es el
único animal racional porque es el único que tiene la capacidad de pensar,
evaluar, analizar o tomar decisiones. También es el único que tiene un lenguaje
simbólico como herramienta de comunicación. ¿Están unidos ambos rasgos? ¿Es
posible el pensamiento sin lenguaje? Sin lenguaje, puede haber percepción,
instinto o reacción, pero no reflexión. Podríamos experimentar la realidad,
pero no pensar sobre ella, porque para eso debe haber un desplazamiento con
respecto al aquí y el ahora, hemos de contar con una representación simbólica
de la realidad que nos permita distanciarnos del lugar y del momento presente.
Sin lenguaje, puedo tocar el asa metálica
de una cazuela que está al fuego y percibir el calor o reaccionar retirando la mano
porque quema, pero no puedo pensar en que debería haber cogido un paño o en
comprar una cazuela nueva con las asas revestidas para evitar futuros
accidentes. No podría hacer planes ni compartirlos con otras personas. Podríamos preguntarnos qué pasa entonces con
los animales que carecen de lenguaje simbólico; cómo se organizan las leonas
para cazar en grupo. Los animales —y las plantas— tienen sus propios sistemas
de comunicación, sistemas variados que van desde señales químicas a sonidos o
gestos. Estas estrategias comunicativas les permiten interactuar con la
realidad, reaccionar, cazar o adaptar su comportamiento a la situación, pero no
pensar sobre ella, evaluarla o planificarla. Y no son estrategias mejores ni
peores que el lenguaje, son simplemente las más adaptadas a sus necesidades, fruto
de su evolución específica.
La evolución del ser humano ha
privilegiado el lenguaje como una ventaja evolutiva que nos ha permitido, por
ejemplo, diseñar con antelación planes para cazar animales más grandes y organizar
grupos para acometer la tarea. O establecer estamentos jerárquicos dentro de
una sociedad y mecanismos de división del trabajo. O transmitir conocimientos
de una generación a otra y ampliar el conocimiento de la generación anterior
sin necesidad de experimentar lo vivido. Es decir, el lenguaje simbólico nos ha
dado el pensamiento. Y la relación entre ambos es tan estrecha que incluso nos
planteamos si las distintas lenguas que hablamos los seres humanos condicionan nuestra forma de ver la realidad.
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