Belleza y proporciones
La belleza no es un concepto estático, es una idea derivada de la cultura predominante en una sociedad y, por tanto, evoluciona al ritmo de esa sociedad. Como apuntaba Kandinsky, «todo artista, como hijo de su época, ha de expresar lo que le es propio a esa época». Pero no es solo una cuestión temporal, también espacial. Aunque tendemos a aferrarnos a nuestro contexto y a extrapolar nuestra visión, el mundo es muy diverso y también lo son las ideas de belleza en lugares distintos. Como es lógico, hablamos de lo que conocemos, así que en lo que sigue me referiré a la cultura occidental.
Evolución de la moda femenina de 1789 a 1954. Gráfico de elaboración propia a partir de la línea del tiempo ilustrada de la moda femenina de Regina Sienra publicada en My Modern Met |
La cultura influye en todos los
aspectos de la sociedad, desde los sistemas políticos a la idea de belleza, y
se refleja en el arte. La historia de la ropa y de la moda es una buena muestra
de esas relaciones: baste pensar en el movimiento feminista y lo que supusieron
en distintos momentos el abandono del corsé, la adopción del pantalón o la
minifalda.
A pesar de ese carácter fluido de la idea de belleza, nuestra mente racional siempre ha intentado encontrar un patrón, incluso una fórmula matemática que simbolizara lo hermoso. A esa búsqueda responde la razón áurea, phi, que encontramos en la espiral de Fibonacci y en múltiples elementos naturales. Diversas corrientes filosóficas y estéticas han considerado que esa divina proporción es la que rige el ideal de belleza (hoy la encontramos hasta en las tarjetas de crédito), pero incluso las matemáticas se empeñan en reflejar la diversidad de lo bello y nos ofrecen ideas alternativas, como la proporción cordobesa, también llamada proporción humana, a la que Clara Grima le dedicó una charla muy divertida en la última edición de «Las que cuentan la ciencia».
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