—Después de este
repaso informativo, es la hora de nuestra cita semanal con los libros y la
divulgación científica. Buenos días, Ángela, ¿qué nos traes hoy?
—Buenos
días, Carmen. Para hoy he escogido dos
libros que estoy segura de que te van a encantar. El primero es Neuronas para
la emoción, de un neurobiólogo y divulgador del ya habíamos hablado antes en
esta sección, Xurxo Mariño. Y el segundo es El cerebro del artista, de
la neurobióloga y divulgadora Mara Dierssen.
—¡Qué interesante!
Entonces hoy nos toca el lado más emotivo y artístico del cerebro, ¿no?
—Sí, pero
antes tengo que hacer una precisión. Ya sabes que soy traductora y eso de buscar
siempre la palabra justa me puede, así que… Aunque vamos a usar el término ‘cerebro’
porque es el utilizamos en el día a día, en realidad eso que tenemos dentro de
la cabeza se llama ‘encéfalo’ no ‘cerebro’. El cerebro es solo una parte del
encéfalo.
—Bueno, pues ya me
has dejado intrigada y tengo que preguntarlo, ¿cuáles son esas otras partes del
encéfalo?
—Básicamente
el tronco encefálico y el cerebelo. El tronco encefálico es la parte que
conecta la médula espinal con el encéfalo, es la más antigua evolutivamente hablando
y controla funciones básicas como el ritmo cardíaco. Y el cerebelo, que está
más o menos debajo de la nuca, coordina el movimiento y el equilibrio. Encima
de estas dos estructuras es donde está el cerebro, que también tiene un montón
de piezas más pequeñas, pero seguramente todos lo identificamos con la zona más
externa, la corteza cerebral, que es esa masa gelatinosa llena de pliegues que
parece una nuez. La corteza es también la parte más moderna del encéfalo desde
el punto de vista evolutivo y es donde se localizan las funciones superiores
como el pensamiento y el lenguaje.
—Vale, entonces
podríamos decir que de abajo arriba y de más antiguo a más moderno, tenemos el
tronco encefálico, el cerebelo y el cerebro, con su envoltura, que es la
corteza. Y estoy empezando a sospechar que esto de la localización tiene mucho
que ver con lo que nos vas a contar sobre los libros que nos has traído hoy…
—Efectivamente.
Xurxo Mariño nos explica al principio de Neuronas para la emoción que
las emociones en las que se va a centrar son las llamadas ‘básicas’, que, según
la visión más aceptada en el mundo científico, son emociones innatas y
universales que se originan en las regiones subcorticales del encéfalo, es
decir, en las que están por debajo de la corteza, que son más antiguas. Y
cuando digo que son más antiguas quiero decir que surgieron antes en el proceso
de la evolución, así que las compartimos con otros animales.
—¿Y cuáles son?
—Hay
bastante consenso en cuatro de ellas, el miedo, la ira, la tristeza y la
alegría, aunque también es bastante posible que a esa nómina se sumen el asco,
la emoción de búsqueda y anticipación, el cuidado maternal y la atracción
sexual.
—Espera, espera… ¿el
asco? ¿El asco es una emoción universal?
—Si lo
piensas, es una emoción muy útil y una ventaja evolutiva. Un individuo que
siente instintivamente asco por un alimento en mal estado tiene más
probabilidades de sobrevivir. En realidad, las emociones son respuestas del
organismo antes situaciones que requieren actuar de algún modo y contar con esa
respuesta «preprogramada» facilita decidir con rapidez. Por ejemplo, cuando
sentimos miedo, el corazón se acelera, se libera cortisol y entramos en un
estado de alerta, listos para enfrentarnos al peligro o huir de él.
—Vale, ya entiendo. Pero
si estas emociones son innatas y universales, ¿no deberíamos sentirlas todos
ante los mismos estímulos? A mí, por ejemplo, me dan pavor las alturas, pero
tengo una amiga a la que le encanta escalar y está siempre buscando picos a los
que subirse, como si fuera una cabra.
—Es que
la experiencia personal va modulando esas predisposiciones que traemos de serie
al nacer. Parece que tenemos cierta tendencia a temer cosas que supusieron una
amenaza para la supervivencia en nuestro pasado evolutivo, como las serpientes,
pero esa predisposición no tiene por qué concretarse. Y también es posible que
alguna vivencia te haya condicionado y tengas miedo, no sé, a los payasos. En
cualquier caso, todas las emociones tienen su función y son necesarias, incluso
las que pueden percibirse como negativas. Además, también son fundamentales
para otros procesos que pueden parecernos de lo más racional.
—¿Cómo cuál?
—Xurxo
relata en el libro el caso de un hombre adulto, casado, con hijos, inteligente
y con éxito en su trabajo al que le detectaron un tumor en la corteza
prefrontal, esa parte modernísima del encéfalo en la que se localizan las
funciones intelectuales. Le extirparon el tumor y parecía que todo había salido
bien y que seguía manteniendo todas sus capacidades intactas. Pero al buen
hombre empezaron a irle muy mal las cosas, se divorció, lo echaron del trabajo
y se arruinó. Resulta que durante la operación le habían extirpado también una
zona de la corteza que es la que recibe las señales emocionales de las regiones
subcorticales, con toda su antigüedad evolutiva, y sin esa información
emocional no era capaz de tomar buenas decisiones.
—La verdad es que la
mente humana es fascinante, al final todo está conectado. ¿Nos vas a contar
algo más de esas otras emociones? ¿De la alegría? ¿De la atracción sexual, que
igual es lo que están esperando nuestras y nuestros oyentes?
—Creo que
os voy a dejar con las ganas para que os animéis a leer el libro de Xurxo, que
además de ser muy didáctico, es muy divertido y está lleno de anécdotas. Y como
sabes que siempre me gusta recomendar algún libro alternativo, os sugiero uno
que se llama ¿Cómo entender a los humanos? del bioquímico y biólogo
molecular Pablo Rodríguez Palenzuela, que expone esa doble faceta de todas las
conductas, con su cara biológica y genética y su vertiente cultural o social.
—Perfecto, tomamos
nota. Y ahora le toca el turno a El cerebro del artista de Mara
Dierseen. Te dejo que nos lo presentes, pero te adelanto que estoy impaciente
por hacerte una pregunta que me ronda desde que mencionaste el título.
—Puede
que sea la que nos estamos haciendo todas… De momento puedo decirte que Mara
Dierseen nos ha regalado un libro francamente interesante y muy ameno. Empieza reflexionando
sobre el sentido biológico del arte, es decir, ¿por qué existe el arte? ¿Qué
ventaja evolutiva nos aporta para llevar con nuestra especie desde las pinturas
rupestres? Ya os digo que no hay una respuesta clara, pero podría tener algo
que ver con su función para facilitar la cohesión social de la tribu o para
mantener el estatus dentro de ella. Y después de esa introducción, Mara se
embarca en una explicación muy clara sobre los procesos neurológicos
relacionados con las artes visuales y con la música, desde la recepción de las
señales visuales y acústicas en los órganos sensoriales a su descodificación en
la corteza cerebral pasando por la transmisión de los impulsos eléctricos y
químicos. Los dos últimos capítulos se los dedica a la relación entre el arte y
la locura y a la creatividad humana.
—Ahí quería yo
llegar… ¿La genialidad artística es innata?
—Uf, son
preguntas difíciles. Mara comenta en el capítulo dedicado a la música el caso
del oído absoluto, que es la capacidad para reconocer el tono de un sonido sin
tener otro como referencia. Esa capacidad sí que sería innata y hereditaria, pero
ni todas las personas que la poseen son genios de la música, ni todas las
grandes figuras de este campo tienen oído absoluto. Lo que sí se ha comprobado
es que quienes se dedican a la música poseen ciertas peculiaridades en sus
estructuras cerebrales y en las funciones neuronales. Ahora bien, es probable
que esto se deba a la plasticidad del cerebro y que sea más una consecuencia que
una causa. Como decía Cajal, «el ser humano es, en cierta medida, escultor de
su propio cerebro».
—Es decir, que la
práctica hace al maestro.
—No sé si
hace al maestro, pero lo que está claro es que modifica las conexiones
neuronales.
—¿Y qué me dices de
la creatividad y la inspiración? ¿Hay algo distinto en el cerebro de los
artistas que les permite encontrarlas con más facilidad?
—Bueno,
lo primero sería recordar que la creatividad no se limita ni mucho menos al arte
y está presente en cualquier actividad, desde las científicas a cualquier tarea
cotidiana. Se trata de encontrar formas nuevas de hacer las cosas. Los
mecanismos subyacentes tampoco están muy claros, pero puede que el acto
creativo se derive de la capacidad de no fijar demasiado la atención y abrirse
a más representaciones mentales para encontrar nuevas asociaciones. Es lo que
se llama desinhibición cognitiva.
—Se nos acaba el
tiempo, así que tendremos que leer el libro para saber más, pero antes de
despedirnos te dejo que nos recomiendes ese título alternativo que seguramente
tendrás preparado.
—No se me
ocurre mejor recomendación para acabar hoy que la autobiografía de la
neurobióloga Rita Levi-Montalcini, Elogio a la imperfección. El nombre
del libro ya da una idea de su filosofía de no descartar nada porque todo ayuda
a comprender mejor, a despertar la creatividad. Pero, además, la de Levi-Montalcini
es la historia de una mujer, judía y científica, que nació en 1909 y tuvo que
hacer frente a todo tipo de obstáculos, desde la discriminación de género en la
comunidad científica al antisemitismo de la Italia fascista. Y consiguió ganar
el Premio Nobel de Medicina en 1986. Si puedes, no dejes de leerla.
—¡Hoy la pila de
libros pendientes no ha hecho más que crecer! Gracias por todas esas
recomendaciones y hasta la semana que viene.
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