No todo vale: regulación publicitaria
En
la Unión Europea, la publicidad está regulada con el fin de proteger al
consumidor. Y también lo están las declaraciones nutricionales y de propiedades
saludables que las empresas del sector alimentario pueden incluir en sus
productos. La entidad encargada de evaluar estas alegaciones y determinar su
veracidad es la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que mantiene
un registro
en el que constan las declaraciones autorizadas en función de las pruebas
científicas disponibles y las condiciones de uso: qué se puede decir, sobre qué
nutrientes y en qué circunstancias. En el sitio web de la Agencia Española de
Seguridad Alimentaria y Nutrición se pueden consultar las versiones españolas de este registro, que incluye una tabla de declaraciones nutricionales y otra de declaraciones de propiedades saludables.
En teoría, esta normativa impide que una empresa publicite en el envase de un alimento supuestos beneficios para la salud si no hay pruebas que lo sustenten. En la práctica, siempre hay quien encuentra una forma de saltarse el espíritu de la ley.
¿Normas?
¿Qué normas?
Un ejemplo paradigmático de esta estrategia publicitaria es el de los productos lácteos con lactobacilos (los famosos L. casei) que ayudan a las defensas. Aunque la industria sí que ha solicitado autorización para incluir publicidad sobre los supuestos beneficios para la salud de estos y otros probióticos —como otros conocidos habituales, los bífidus—, la EFSA ha rechazado la petición por falta de pruebas científicas[1] y no recoge en su registro ninguna declaración de propiedades saludables para esta sustancia. Lo que sí aparece en ese registro es la autorización para decir que las vitaminas A, C, D, B12 y B6, así como el zinc, el cobre y el selenio «contribuyen al funcionamiento normal del sistema inmunitario». Este hecho abre la puerta a un tipo de publicidad engañosa que recurre a la llamada «estrategia del asterisco».
En este envase de un producto lácteo con fermentos naturales (ya no hace falta ni decir que esos fermentos son los archiconocidos L. casei, porque ha calado lo suficiente en el imaginario colectivo), aparece la afirmación «ayuda a tus defensas» acompañada de una llamada (en este caso no es un asterisco, sino un simple 1).
Si damos la vuelta al paquete y comprobamos qué significa ese asterisco, vemos que «Actimel con fermentos naturales L. Casei Danone contiene Vitamina D y B9, Zinc y Hierro que ayudan al normal funcionamiento del sistema inmunitario». Es decir, los beneficios para la salud que se publicitan en el envase del producto no tienen nada que ver con los fermentos naturales, sino con esas vitaminas y minerales que, casualmente, aparecen en la composición justo en el porcentaje necesario para que el fabricante puede publicitar que ese producto tiene una cantidad significativa de esa vitamina o mineral (el 15 %)[2].
De este modo, la publicidad les otorga engañosamente a los fermentos naturales una propiedad que en realidad tienen otros componentes tan poco novedosos como la vitamina D o el hierro, que se encuentran en una concentración bastante más elevada en otros alimentos más baratos y accesibles, como unas simples espinacas o unas lentejas.
Otro
ejemplo de esta estrategia, aunque carezca de asterisco, es el de este envase
de jalea real con propóleo… y vitamina C (es su presencia la que le permite al
fabricante hacer referencia a los beneficios para el sistema inmunitario, ya
que nada dice la EFSA sobre la jalea real o el propóleo).
Podemos decir lo mismo de la «energía nutritiva» de estos cereales para el desayuno, cuyas supuestas virtudes se deben a la presencia de vitaminas B2, B3 y B6 que «contribuyen al metabolismo energético normal».
O del «cuida tu corazón» asociado al omega-3 y el omega-6 de esta margarina, que ni siquiera son ácidos concretos, sino que hacen referencia a una forma de nombrar a los ácidos grasos poliinsaturados.
En el reverso del paquete encontramos las declaraciones autorizadas por la EFSA, que corresponden al ácido alfa-linónico, el ácido linoleico y la tiamina (o vitamina B1, presente en carnes, legumbres o frutos secos).
Este tipo de publicidad que busca los resquicios de la legislación para sugerir supuestos beneficios de ciertos componentes novedosos —y más caros— no solo podría considerarse publicidad engañosa, sino que además incide en la idea de que en nutrición solo importa la lista de nutrientes. Invita a pensar que basta con tomar un alimento concreto para gozar de buena salud, dejando de lado la dieta en su conjunto, los hábitos alimenticios y otros hábitos saludables.
[1] Texto recogido
en el registro sobre el motivo del rechazo: «Non-compliance with the Regulation
because on the basis of the scientific evidence assessed, this food is not
sufficiently characterised for a scientific assessment of this claimed effect
and the claim could not therefore be substantiated». Fuente: https://ec.europa.eu/food/safety/labelling_nutrition/claims/register/public/?event=search
[2]
Reglamentos (CE) n.º 1924/2006 y Directiva 90/496/CEE
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