Joseph Needham, pionero en el estudio de la historia de la ciencia china en la década de los cincuenta del siglo pasado y autor de la obra magna Science and Civilisation in China, formuló una pregunta que ha dado lugar a un intenso debate: ¿por qué el nacimiento de la ciencia moderna se produjo precisamente en Occidente en la época de Galileo y se restringió a ese contexto? ¿Por qué no hubo una revolución científica en China, que hasta el siglo XV había aplicado el conocimiento natural a la resolución de necesidades prácticas de una forma mucho más eficiente que Occidente?
La pregunta ha cosechado respuestas de todo tipo, que a su vez han sido objeto de análisis en la literatura especializada. Colin Mackerras (2018) recoge alguna de ellas en un artículo que comienza con unas palabras muy reveladoras, a las que volveremos más tarde: afirma que uno de los hechos más importantes de la historia mundial es el dominio científico de Occidente sobre el resto del mundo, un espíritu científico que fue una de las motivaciones esenciales de la Revolución Industrial y del crecimiento tecnológico que permitió a Europa colonizar gran parte del planeta[1]. Entre las repuestas que repasa Mackerras se cuentan la de Fung Yu-lan, quien argumentó que en China no se había desarrollado la ciencia moderna porque, según sus propios valores, no la necesitaban. También encontramos motivos políticos —por ejemplo, la excesiva burocratización de la civilización china, sus formas de gobierno despóticas o la ausencia de conflictos territoriales internos que motivaran una competencia entre Estados como sucedió en Europa—, económicos —el hecho de que en China no se desarrollara un capitalismo y una actividad comercial que, para muchos autores, fue fundamental en la Revolución Científica—, religiosos o filosóficos —el interés del confucianismo y del taoísmo por cuestiones metafísicas antes que prácticas frente al protestantismo europeo, que aspiraba a conocer la ley natural como medio para entender la obra divina—, sociales —la ausencia de una clase media de artesanos y comerciantes o los rígidos sistemas de exámenes para ascender en la escala social—, científicos —la diferencia de los estudios matemáticos en China con respecto a Europa—, lingüísticos —la pretendida inadecuación del chino como lengua científica— e incluso ambientales —una falta de agua que habría impulsado el centralismo política para controlar los recursos hídricos—.
Frente a toda esta panoplia de argumentos, algunas voces han cuestionado la validez misma del interrogante de Needham, por ejemplo, Yung Sik Kim, Charles Graham y Nathan Sivin. Estos autores apuntan problemas como la legitimidad de preguntar por qué no ha sucedido algo, cuando de lo que ha de ocuparse la historia es de estudiar lo que sí ha sucedido. Además, este enfoque asume que lo natural es que sí suceda ese algo por cuya ausencia nos estamos preguntando. También critican el uso de presuposiciones y falacias históricas vinculadas a los supuestos factores inhibidores del desarrollo de una ciencia moderna en China: las respuestas a la pregunta de Needham equiparan cualquier rasgo presente en la sociedad occidental en la época de la Revolución Científica con una condición necesaria para el nacimiento de la ciencia moderna —obviando que una característica no tiene por qué desempeñar el mismo papel en todas las culturas— y, como contrapartida, identifican su ausencia con un obstáculo al progreso científico. Como señala Sivin (1982, p.14), así se consigue «una fórmula infalible para inferir que la fortaleza y el poder de la ciencia moderna se encuentran en el pasado, pero solo en el pasado de Europa», un pasado que no hay que examinar «debido a la presuposición de que fue Europa y solo Europa la que dio vida a la Revolución Científica. El resto de civilizaciones únicamente brillan cuando reflejan la luz de la tradición europea»[2].
Ese eurocentrismo es precisamente el punto de partida de la crítica de Roger Hart (1999), que va un paso más allá y cuestiona, no ya la legitimidad de la pregunta de Needham, sino sus propios términos. Plantea la imposibilidad de encontrar una definición precisa de ciencia que sea válida en todos los momentos históricos y todas las sociedades, así como la de acotar un concepto de civilización con unos valores uniformes y unos límites geográficos invariables a lo largo de la historia y en todos los estratos de la sociedad. Si no podemos siquiera delimitar las nociones de ciencia y civilización, ¿por qué la comunidad académica ha intentado responder a esa pregunta que compara el estado de la ciencia en dos civilizaciones distintas? Hart argumenta que la pregunta de Needham es un reflejo de esa idea de superioridad de la ciencia occidental frente a la del resto de culturas a la que hacía referencia Mackerras, una dualidad entre un Occidente científico y los saberes intuitivos de la periferia. Aunque Hart reconoce la enorme de contribución de Needham al conocimiento de la ciencia china y la denuncia etnocéntrica de la crítica de Sivin, apunta a que en ambos casos sigue subyaciendo esa visión, ya que los dos pretenden redistribuir el mérito de los descubrimientos científicos y elevar el estatus de «las otras ciencias», pero solo hasta el nivel de afluentes que alimentan el mar que es la Revolución Científica occidental.
Esta mirada de superioridad forma parte de un relato, al que también pertenece la noción misma de «Revolución Científica», un término que Alexandre Koyré acuñó a principios del siglo XX y que buena parte de la comunidad académica actual considera una mera etiqueta. Como apunta Pardo Tomás (2020), esa expresión hizo fortuna a partir de la década de 1940 como eje de una narrativa de buenos y malos, con sus héroes y villanos, en la que se dan citan la oscuridad de la Edad Media, el resurgir renacentista y la genialidad de grandes figuras como Galileo o Newton, que se enfrentaron a las ideas religiosas para que se impusiera la razón. Esa ciencia sería el motor del colonialismo europeo, del desarrollo tecnológico de la Revolución Industrial y de la Ilustración, hasta traernos a una época llena de mejoras y avances tecnocientíficos.
Sin embargo, ese relato no resiste el estudio histórico de los hechos, que desvelan una realidad infinitamente más compleja. Ese periodo comprendido entre la publicación de De revolutionibus orbium coelestium de Copérnico en 1543 y la de Philosophiæ naturalis principia mathematica de Newton en 1687 al que hemos llamado Revolución Científica no fue una revolución surgida de la nada —además, puede que la ciencia practicada en Europa en esa época no tenga tanto que ver con nuestra visión actual de la ciencia, cuyo germen estaría más bien en el siglo XIX—. La tecnología no es una mera auxiliar ni un subproducto de la ciencia, la Edad Media no fue ni mucho menos tan oscura y el conocimiento no ha fluido permanentemente desde Occidente a Oriente. La circulación y asimilación de saberes entre distintas culturas a lo largo de toda la historia es demasiado importante como para afirmar sin asomo de duda que la ciencia moderna nació en Europa y preguntarse por qué no sucedió lo mismo en otros lugares.
La pregunta de Needham se produjo en un contexto concreto, el de este relato, y tuvo el valor de plantear el debate sobre la relación entre las condiciones sociales o históricas y los avances científicos, pero ahora se abren nuevas vías de estudio, entre ellas la de entender el papel que han desempeñado las narrativas sobre la ciencia y las civilizaciones en la construcción de la historia del mundo. Según Hart (1999, p. 109), el objetivo de esos nuevos estudios no sería contribuir «a grandes narrativas sobre el ascenso y la caída de las civilizaciones, sino a un entendimiento histórico de los procesos de la formación solidaria de conocimiento y comunidad»[3].
Referencias
De Saeger, D.; Weber, E. (2011) «Needham’s Grand Question Revisited: On the Meaning and Justification of
Causal Claims in the History of Chinese Science» East Asian Science, Technology and Medicine, 33
Hart, R.
(1999) «Beyond Science and Civilization: A Post-Needham Critique» Asian Science, Technology and Medicine, 16
Kim, Y. S.
(2004) «The “Why not” Question of Chinese Science: The Scientific
Revolution and Traditional Chinese Science» East Asian Science, Technology and Medicine, 22
Mackerras, C. (2018) «Global History, the Role of Scientific Discovery and the
‘Needham Question’: Europe and China in the Sixteenth to Nineteenth Centuries». En De Sousa, L.;
Pérez García, M. (ed.) Global History and New Polycentric Approaches.
Europe, Asia and the Americas in a World
Network System, Palgrave Macmillan: Singapur
Pardo Tomás, J. (2020) «¿Hubo una Revolución Científica?» Saberes en acción. Investigación y ciencia
Pardo Tomás, J. (2020) «Europa mira a los otros» Saberes en acción. Investigación y ciencia
Sivin, N.
(1982) «Why the Scientific Revolution Did Not Take Place in
China—or Didn’t It?» ChineseScience,
5
[1]
Texto original: «One of the most important and intriguing facts in global history is the
dominance that the West established over the rest of the world in terms of
scientific discovery and innovation from the sixteenth century onwards. It is
not too much to say that this scientific spirit was one of the key factors
behind the Industrial Revolution and the growth of the technology that enabled
Europe to colonize so much of the world and to assume a position of some degree
of domination more or less everywhere».
[2]
Texto original: This is an infallible formula for reading the strength and power of
modern science into the historic past—but only the past of Europe. For the past
of other civilizations the test is always anticipation of or approximation to
some aspect of early European science, or modern science. Why does the science
of early Europe not need to be tested? Because of the assumption that it and
only it gave birth to the Scientific Revolution. Other civilizations shine only
as they reflect the light of the European tradition.
[3] Texto original: The prospect is then for histories that contribute not to grand
narratives of the rise and fall of civilizations but rather to a historical
understanding of the processes of the mutual constitution of knowledge and
community.
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