1. Ptolomeo y el Almagesto en la ciencia greco-romana
El mundo greco-romano generó una gran cantidad de conocimiento científico que se extendió por la cuenca mediterránea a través de sus grandes urbes, encabezadas por Atenas y Alejandría, cuya etapa de máximo esplendor se produjo durante el periodo helenístico. Esta época se inició en el siglo IV a. N. E, con la creación de la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles en Atenas y la fundación de Alejandría en Egipto, y se prolongó hasta el siglo I a. N. E, cuando Grecia pasó a formar parte del Imperio Romano, que integró en su cultura la ciencia helénica. Es en este contexto greco-romano donde enmarcamos la figura de Ptolomeo (100-170 de N. E).
Ptolomeo, astrónomo, geógrafo y matemático, firmó una de las obras científicas más importantes de la Antigüedad, Hè megalè syntaxis, más conocida por su nombre en árabe, Almagesto. Este tratado es una obra enciclopédica en la que Ptolomeo compendia y consolida todo el conocimiento astronómico de la época, bebiendo de fuentes como Hiparco de Nicea (190-120 a. N. E), para exponer su visión geocéntrica del universo, vigente hasta el siglo XV. El Almagesto presenta un elaborado sistema matemático que describe las posiciones y las trayectorias del Sol, la Luna y los planetas, que giran en epiciclos alrededor de la Tierra. Además, estudia la periodicidad de los equinoccios, los solsticios o los eclipses e incluye el catálogo de estrellas más antiguo conocido, que registra la posición de más de mil astros.
2. La transmisión de la
ciencia greco-romana a Bizancio y Persia
Con la división del Imperio Romano en el 395, la ciencia greco-romana heredera del helenismo se refugia en la zona oriental, en Bizancio, que gozaba de una mayor estabilidad que la parte occidental del Imperio, cuya caída definitiva tuvo lugar en el 476. No obstante, la situación en Bizancio tampoco era demasiado favorable debido a las disputas teológicas dentro del cristianismo. La corriente nestoriana, partidaria de la humanidad de Cristo por encima de su divinidad, se estableció en la Escuela de Edesa, en el límite oriental de Bizancio, y tuvo que huir al territorio dominado por el Imperio Sasánida en el 489, cuando el emperador Zenón decretó su cierre. A esta clausura se le sumó la de la Academia de Atenas en el 529 por orden de Justiniano I.
Este exilio religioso de
intelectuales hacia la zona persa sasánida impulsó la fundación de nuevas
escuelas en Nisibis y Gundeshapur. En estos centros culturales se estudiaron
sobre todo la medicina y otras disciplinas de carácter práctico, como la
astrología, dejando en cierta medida de lado los grandes textos clásicos de la
ciencia helénica de Arquímedes, Euclides o Ptolomeo. Sin embargo, la presencia
nestoriana en estas ciudades y su actividad de traducción de textos griegos al
siriaco fue fundamental para transmitir el saber griego al mundo persa y crear
las circunstancias propicias para su posterior asimilación en el mundo
islámico.
3. La expansión y
helenización del islam en los antiguos territorios bizantinos y persas
Tras la muerte de Mahoma en el 632, el islam comenzó su expansión y tomó el control de los territorios bizantinos y persas. Pasada la época del califato ortodoxo (632-661), el califato Omeya (661-750) estableció su capital en Damasco y entró en contacto con la élite persa culta, influida por esa herencia helénica que habían llevado consigo los nestorianos. El vínculo se intensificó a partir del 750, en la época de la dinastía abasí, que trasladó su capital a Bagdad y la convirtió en el gran centro científico y cultural del mundo islámico con la fundación en el año 809 de la Casa de la Sabiduría, cuyo primer director fue el nestoriano Hunain ibn Ishaq.
Expansión del Islam. Imagen tomada de Lindberg (2002). |
4. La generación de nuevo
conocimiento en la ciencia islámica: al-Battānī y el Almagesto
Ese requisito impulsó el estudio del Almagesto de Ptolomeo y la detección de errores que los eruditos islámicos se propusieron corregir con la creación de observatorios, la adopción de métodos empíricos o el perfeccionamiento de herramientas. Así, el astrónomo al-Battānī (858-929) introdujo mejoras matemáticas en la astronomía ptolemaica, volvió a calcular los valores de los movimientos del Sol y la Luna, añadió tablas astronómicas nuevas y estableció las directrices para fabricar instrumentos de medida. Su trabajo fue tan preciso que se recuperó siglos más tarde en Occidente y aparece citado en la obra de Copérnico.
El caso del Almagesto es un buen ejemplo de ese proceso de transmisión de ideas científicas desde el helenismo al islam, que incluye no solo la recopilación y la asimilación de conocimientos, sino también la generación de saberes nuevos.
Referencias
Bariş, M. N. (2018) «First
Translation Activities in Islamic Science History and their Contribution to
Knowledge Production» Cumhuriyet Ilahiyat
Dergisi - Cumhuriyet Theology Journal, 21 (3):1905-1940
Lindberg, D. (2002) «La ciencia en el Islam», en Los inicios de la ciencia
occidental. Barcelona: Paidós, pp. 211-234
Saliba, G.
(2009) «Islamic reception of Greek astronomy». Proceedings of the
International Astronomical Union, 5 (S260), 149-165. doi:10.1017/S1743921311002237
Saliba, G. (2001)
«Science before Islam», en Al-Hassan A.
Y. (ed.) The different aspects of Islamic
culture: Volume 4: Science and technology in Islam. París: UNESCO
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