jueves, 15 de abril de 2021

De Ptolomeo a al-Battānī: el viaje del Almagesto desde el mundo greco-romano a la ciencia islámica

 

1. Ptolomeo y el Almagesto en la ciencia greco-romana

El mundo greco-romano generó una gran cantidad de conocimiento científico que se extendió por la cuenca mediterránea a través de sus grandes urbes, encabezadas por Atenas y Alejandría, cuya etapa de máximo esplendor se produjo durante el periodo helenístico. Esta época se inició en el siglo IV a. N. E, con la creación de la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles en Atenas y la fundación de Alejandría en Egipto, y se prolongó hasta el siglo I a. N. E, cuando Grecia pasó a formar parte del Imperio Romano, que integró en su cultura la ciencia helénica. Es en este contexto greco-romano donde enmarcamos la figura de Ptolomeo (100-170 de N. E).

Ptolomeo, astrónomo, geógrafo y matemático, firmó una de las obras científicas más importantes de la Antigüedad, Hè megalè syntaxis, más conocida por su nombre en árabe, Almagesto. Este tratado es una obra enciclopédica en la que Ptolomeo compendia y consolida todo el conocimiento astronómico de la época, bebiendo de fuentes como Hiparco de Nicea (190-120 a. N. E), para exponer su visión geocéntrica del universo, vigente hasta el siglo XV. El Almagesto presenta un elaborado sistema matemático que describe las posiciones y las trayectorias del Sol, la Luna y los planetas, que giran en epiciclos alrededor de la Tierra. Además, estudia la periodicidad de los equinoccios, los solsticios o los eclipses e incluye el catálogo de estrellas más antiguo conocido, que registra la posición de más de mil astros.

 

2. La transmisión de la ciencia greco-romana a Bizancio y Persia

Con la división del Imperio Romano en el 395, la ciencia greco-romana heredera del helenismo se refugia en la zona oriental, en Bizancio, que gozaba de una mayor estabilidad que la parte occidental del Imperio, cuya caída definitiva tuvo lugar en el 476.  No obstante, la situación en Bizancio tampoco era demasiado favorable debido a las disputas teológicas dentro del cristianismo. La corriente nestoriana, partidaria de la humanidad de Cristo por encima de su divinidad, se estableció en la Escuela de Edesa, en el límite oriental de Bizancio, y tuvo que huir al territorio dominado por el Imperio Sasánida en el 489, cuando el emperador Zenón decretó su cierre. A esta clausura se le sumó la de la Academia de Atenas en el 529 por orden de Justiniano I.

Este exilio religioso de intelectuales hacia la zona persa sasánida impulsó la fundación de nuevas escuelas en Nisibis y Gundeshapur. En estos centros culturales se estudiaron sobre todo la medicina y otras disciplinas de carácter práctico, como la astrología, dejando en cierta medida de lado los grandes textos clásicos de la ciencia helénica de Arquímedes, Euclides o Ptolomeo. Sin embargo, la presencia nestoriana en estas ciudades y su actividad de traducción de textos griegos al siriaco fue fundamental para transmitir el saber griego al mundo persa y crear las circunstancias propicias para su posterior asimilación en el mundo islámico.

 

3. La expansión y helenización del islam en los antiguos territorios bizantinos y persas

Tras la muerte de Mahoma en el 632, el islam comenzó su expansión y tomó el control de los territorios bizantinos y persas. Pasada la época del califato ortodoxo (632-661), el califato Omeya (661-750) estableció su capital en Damasco y entró en contacto con la élite persa culta, influida por esa herencia helénica que habían llevado consigo los nestorianos. El vínculo se intensificó a partir del 750, en la época de la dinastía abasí, que trasladó su capital a Bagdad y la convirtió en el gran centro científico y cultural del mundo islámico con la fundación en el año 809 de la Casa de la Sabiduría, cuyo primer director fue el nestoriano Hunain ibn Ishaq.


Expansión del Islam. Imagen tomada de Lindberg (2002).


 Un importante elemento de cohesión en un imperio de las dimensiones del islámico es la existencia de una lengua común, en este caso, el árabe. Esta idea explica la enorme importancia del movimiento de traducción que se puso en marcha en aquella época y que contó con el patrocinio de la clase dirigente islámica. Su afán de que todo el saber existente estuviera disponible en árabe llevó a organizar expediciones muy bien financiadas para recabar manuscritos en distintas lenguas y traducirlos al árabe. Esta estrategia permitió la llegada a la Escuela de Traductores de la Casa de la Sabiduría de las obras de Platón, Aristóteles, Euclides, Arquímedes o Ptolomeo, incluido el Almagesto, que fue traducido por Ishaq ibn Hunain. Además de constituir una valiosa vía de transmisión de conocimientos, esta labor de traducción también posibilitó la fijación de una lengua científica árabe.

  

4. La generación de nuevo conocimiento en la ciencia islámica: al-Battānī y el Almagesto

 La ciencia islámica no se limitó a traducir el legado griego, sino que acometió su corrección y lo utilizó para generar nuevos saberes o desarrollar instrumentos como el astrolabio. Para el mundo musulmán, el conocimiento solo era necesario si tenía una utilidad práctica y una de esas finalidades pragmáticas era el cumplimiento de sus obligaciones religiosas, algo que tuvo mucho que ver con el desarrollo de la astronomía en el islam. El Corán establece las horas a las que deben hacerse las cinco oraciones diarias y que esta oración ha de realizarse con orientación a la Meca. Este precepto podía cumplirse fácilmente cuando la población musulmana se encontraba en su zona de origen, pero la expansión a nuevas latitudes evidenció la necesidad de contar con herramientas astronómicas y nuevos conocimientos geométricos para calcular con exactitud horas y lugares.

Ese requisito impulsó el estudio del Almagesto de Ptolomeo y la detección de errores que los eruditos islámicos se propusieron corregir con la creación de observatorios, la adopción de métodos empíricos o el perfeccionamiento de herramientas. Así, el astrónomo al-Battānī (858-929) introdujo mejoras matemáticas en la astronomía ptolemaica, volvió a calcular los valores de los movimientos del Sol y la Luna, añadió tablas astronómicas nuevas y estableció las directrices para fabricar instrumentos de medida. Su trabajo fue tan preciso que se recuperó siglos más tarde en Occidente y aparece citado en la obra de Copérnico.

El caso del Almagesto es un buen ejemplo de ese proceso de transmisión de ideas científicas desde el helenismo al islam, que incluye no solo la recopilación y la asimilación de conocimientos, sino también la generación de saberes nuevos.

 

Referencias

Bariş, M. N. (2018) «First Translation Activities in Islamic Science History and their Contribution to Knowledge Production» Cumhuriyet Ilahiyat Dergisi - Cumhuriyet Theology Journal, 21 (3):1905-1940

Lindberg, D. (2002) «La ciencia en el Islam», en Los inicios de la ciencia occidental. Barcelona: Paidós, pp. 211-234

Saliba, G. (2009) «Islamic reception of Greek astronomy». Proceedings of the International Astronomical Union, 5 (S260), 149-165. doi:10.1017/S1743921311002237

Saliba, G. (2001) «Science before Islam», en Al-Hassan A. Y. (ed.) The different aspects of Islamic culture: Volume 4: Science and technology in Islam. París: UNESCO

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